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J. Remesal, O.Muso (eds.) (1991) La presencia de material etrusco en la Península Ibérica. Barcelona, pp.475-541. EN TORNO AL ORIGEN Y PROCEDENCIA DE LA FALCATA IBÉRICA Fernando Quesada Sanz Universidad Autónoma de Madrid 1. Las diversas teorías sobre el origen de la falcata Desde la segunda mitad del s. XIX la llamada «espada falcata» es considerada como el anna caracteristica de los pueblos ibéricos, no tanto por la frecuencia de su aparición (que, siendo considerable, es menor que la de otras armas l ) sino por su forma característica y poco común, así como por la rica decoración damasquinada de algunos ejemplares. Pronto comenzó el debate científico en tomo al origen de este tipo de espada, problema que fue considerado por más de un autor -quizá algo exageradamentecomo «uno de los más espinosos de la Edad del Hierro»2. Esta discusión reflejó enseguida, en un marco más limitado, uno de los grandes temas subyacentes al estudio de la Protohistoria Peninsular a lo largo del presente siglo: nos referimos al gran debate sobre la primacía de las influencias mediterráneas o de las continentales en la conformación de las culturas anterromanas. Puesto que en el presente artículo nos proponemos exponer lIDa nueva hipótesis sobre el origen y procedencia de este tipo de alma, creemos imprescindible resumir, siquiera brevemente, el estado de la cuestión. Las hipótesis hasta ahora planteadas pueden clasificarse en tres grupos: 1.1. Origen autóctono: Esta solución hace derivar la faleata de los cuchillos curvos conocidos en la P. Ibérica desde la Edad del Bronce; la falcata sería por tanto un arma plenamente autóctona. Esta posibilidad ha sido apuntada por el Prof. Maluquefl, pero ha contado con escasa o nula aceptación por otros investigadores4 • l. Como la lanza, con toda probabilidad el alma funcionalmente más importante enrre los pueblos prel1umanos, aunque quizá no la más cargada de contenido simbólico, puesto que ocuparía a nuestro modo de ver la falcata. 2. Por ejemplo, M.E. Cabré, «Dos tipos genéricos de falcata hispánica», A.E. Ane y Arq. 30, 1934, pp. 1-18, p. 6; G. de la Chica, «El armamento de los iberos», RAB.M., LXIll.l, 1957, pp. 309-321, p. 309.; F. Latorre, «Aproximación al estudio del armamento ibérico Jevantino», Vario, l, 1979, pp. 153-182, verp. 168. 3. J. Maluquer de Motes en Historia de Espaiia Menéfldez Pida/, 4\ed., vol. III, 1982, p. 356: «no puede descartal'se la idea de que se trale de un tipo conseguido por evolución autóctoua, puesto que en la Península existía larga tradición de cuchillos afalcatados que aparecen en la España céltica desde etapa> muy anti,guas». 4. Por ejemplo, D. Flelcher Valls, «Problemas de la Cultura Ibérica", SIl', Trabajos Varios, 22, 1960, pp. 58-59. 476 Pemando QuesadaSanz 1.2. Procedencia y origen continentales: Esta hipótesis fue sostenida desde principios de siglo por el Prof. Bosch Gimpera. Opinaba este autor en su recensión 5 a la obra de Sandars --que luego comentaremos- que el precedente de la falcata podía hallarse en las necrópolis meseteñas excavadas por el marqués de Cerralbo. Se trataba de los pequeños cuchillos afalcatados que se asociaban a las espadas de antenas, en una zona muy ligada al mundo centroeuropeo. En 1921 Bosch Gimpera precisaba así su opini'ón6 : «Nada impide en Espaila que la falcata sea un nuevo caso de influencia post-hallstática del Centro sobre la costa ibélica. En el resto de la Europa bárbara aparecen falcatas, de tipos distintos en cada localidad, y siempre en culturas depeudientes de la hallstática o de sus sucesoras, asociadas también el tipo de cuchillo curvo que es uno de los más característicos del último período del Hallstat o del ptimero de la civilización de La Tene. (...) la distTibuci6n geográfica de las faIcatas de la EUJopa bárbara, precisamente en la periferia de la zona de influencia dc la civilización hallstática (España, Italia y países del . otro lado del Adriático), el cuchillo curvo asociado con la falcata y la diversidad de tipos en cada región. harían creer en una evolución del cuchillo curvo verificada cou plena autonomía en cada uno de dichos territorios periféJicos de zona de influencia Hallstática. Creemos, pues, mejor (a aparición de la faIcata en España como un desarrollo autónomo post-hallstático que la adopci6n del modelo griego.»? e..) Esta postura de Bosch Gimpera fue compartida por autores como M. Hoemess, J. Martú1ez Santolalla o 1. C. de Serra Rafols9 quien adoptó la opinión de Bosch: el cuchillo curvo Hallstático dio lugar de forma independiente a la falcata en dos regiones distintas: por un lado en la Meseta española (desde donde los celtas hispánicos la transmitirian a los íberos de las costas mediterráneas) y por otro en el Norte de Italia y región dinárica (desde donde se transmitiría hacia Grecia). Esta teoría explicaba la amplia dispersión del tipo de espada curva de un tilo y sus variantes regionales, pero, para la cuestión concreta peninsular, presentaba dos dificultades insuperables que hizo notar M.E. Cabré lO , buena conocedora del mundo meseteño supuestamente creador de la falcata: por un lado que la distribución de los hallazgos era en 1934 -y sigue siéndolo hoy, con más énfasis aún si cabe- funclamentalmente ibérica, costera, mediterránea y andaluza; por otro, que en el momento de la aparición meseteña de los «grandes cuchillos corvos», la falcata era ya conocidaen Andalucía por los iberos. Estas consideraciones obligaron a Bosch Gimpera a rectificar en 1944 su opinión en los siguientes térrninos1 1: 5. EnA.l.E.C., VI, 1915,pp. 943-945. 6. P. Bosch Gimpera, «Los celtas y la civilización céllica en la Península Ibérica», Boletín de la Real Sociedad Española de Excursiones, XIX, pp. 248-301. 7. Ibídem, pp. 279-280. 8. En WieneT Prahistorische Zeilschrift, 1, [9[4, p. 85. Postel;ormente, en su Prehistoria, vol. III, La Edad del Hierro, Barcelona 1927, p. 138 (recogiendo [a opinión de Bosch Gimpera) y p. 143 (aceptándola impncitamente). 9. J.C. de Serra Ráfols, en Realle.xicon deT Vorgeschichre, Berlín 1925, p. 165 (recogido porM.E. Cabré op. cit. nota 2. LO. M.E. Cabré, op. cit. nota 2, p. 7. 11. P. Bosch Gimpera, El poblamiento anriguo y la!ol7nación defos pueblos de España, Méjico, 1944, p. 143 nota 13. m., En tomo al origen y procedencia de la falcata ibérica 477 «De los resultados de la señorita Cabré y de la distribución geográfica de las falcatas de España parece claro que se trata de un tipo que predomina en el tenitorio ibérico yque es de origen griego, como ya había intentado dcmostrar Sandars (. ..) Nosotros habíamos intentado hacer la falcata un tipo derivado del cuchillo curvo hallstático, pero nuestra hipótesis no parece ya sostenible". Parecía así que la opción hallstático-meseteña perdía su principal valedor, y parecía lógico que fuera abandonada. Sin embargo, esto no ha ocurrido tot.almente. Mientras que algunos trabajos modernos rechazan por completo esta teoría, otros se limitan a dar el tema por irresuelto o incluso vuelven a plantearse una posible entrada pirenaica de la falcata con movimientos de pueblos producidos a lo largo del s. VI a. de e. procedentes de la zona de Dalmacia e ItaliaJ2 • El propio Bosch Gimpera, en un trabajo póstumo, volvía sobre sus posturas iniciales: «los sables curvos llamados falcatas, que rienen una gran propagación en España, pasando a la cultura tartesio-ibérica y que se han supuesto de origen griego, aunque es más probable qne seau una adaptación del cuchillo curvo hallstático (el Uamado «Hiebmessen>)... » 11 1.3. Procedencia mediterránea Se trata de una postura-o más bien conjunto de posturas-en 10 esencial opuesta a la que hemos resumido. En su variante más extrema, sostiene que el prototipo de las espadas de un filo y cuchillos largos no sólo en la Península Ibérica sino también del Danubio, N. de Europa, Francia e Italia, es griego. 14 En otros muchos casos, los investigadores se limitan a postular la procedencia griega de la falcara ibérica, mientras que otros, aceptando un Oligen mediterráneo, dudan entre griegos y etruscos como introductores de la machaira en Iberia. En 1904 recalcaba P. Paris l5 -como ya lo había hecho Cartailhac a [mes del s. XIX- las similitudes formales existentes entre las faleatas halladas en Almedinilla y otros yacimientos ibéricos con la machaira o kopis griego. Sin embargo, fue H. Sandars en 1913 quien, en su obra fundamental sobre el armamento ibérico '6 , formuló de manera completa una hipótesis que buscaba el origen de la machaira griega en el mundo asiático, considerando que el momento de introducción del tipo en Grecia fue el de las Guerras Médicas, a principios del s. V a.e. El momento de la transmisión de la falcata a los íberos sería según Sandars el s. IV a.e., y el medio, bien mediante las colonias griegas en Iberia o más probablemente a través de los mercenarios ibéricos enviados a Grecia por Dionisio el Viejo de Siracusa en 369 a.e. 12. 1. Negueruela Manínez, La eSCIIltura ibérico del Cerrillo Blanco de PorcuflIl, .Taen. Esludio sobre su eslructura imana. agrupamiemos e interpretaeión. Tesis Doctoral inédita leída en la U.A.M.. 1988, pág. 492. 13. P. Bosch Gimpera, Prehistoria de Europa, Madrid, 1974, p. 845. 14. J. Cartailliac, Les Ages Préhisloriques de l' Espagne et du Porlugal. J886, pp. 250 ss.; J. Dechelette. Manuel d' archéologie préhislorique, ce/tique el ga/lo -romaine. 1914. vol. 11.3, pp. 1.135-1.136. 15. P. París, Essoi sur l' aH el /'industrie de l' Espagne Primitive. París, 1904, pp. 278-279. 16. H. Sandars. «The Weapons of the Iberians». Archaeologio, XLIV, 1913. 478 Femando Quesada Sooz Tanto Dechelette en 1914 17 como P. Couissin en 1926 18 aceptaban un origen griego para las machairas itálicas y, por extensión, para las ibéricas. Sin embargo, la obra fundamental para la aceptación de la idea de que los íberos tomaron del mundo mediten-áneo la faleata es, como se ha indicado ya, la de M.E. Cabré l9 • Esta investigadora sostiene que los íberos reciben y transfOlman una idea, la de la machaira, pero, y al contrario que Sandars, opina que probablemente los agentes transmisores no son directamente los griegos, sino los estruscos20 • Las publicaciones posteriores a estos artículos -incluyendo al propio Bosch Gimpera, como hemos visto-- han seguido en general la teoría del origen griego. Así, Jannoray en 195521 , de la Fuente Aparicio en 195922 , Fletcher Valis en 196023 , incluso Schule en 196924 y Nieto Galio en 197015 • También Maluquer se inclina fmalmente por esta opción26 , y, ya muy recientemente, Broncano en 198527 , F. Presedo en 198628 , F. Femández en 1986~ o A. Balil en 1987 3°. Ninguno de estos trabajos aporta elementos nuevos al debate. Distinto es el caso de E. Cuadrado, quien acepta también el origen grieg03) , pero en un interesante trabajo valora notablemente las machairas halladas en Italia. Dejando parcialmente a un lado el tema del origen último del anua, este investigador se centra en la procedencia del tipo, concluyendo que es griega y que la machaira posiblemente entró en la Península Ibérica a través de colonos gtiegos tras la batalla de AIalia en 540 a.c. 32 . Más adelante volveremos sobre esta opinión. Ya hemos visto que, entre estos autores «mediterraneistas» predomina la opción griega a la hora de detenninar la transmisión exacta a Iberia de la falcata. No obstante, debemos recordar que algunos como M.E. Cabré dudan entre griegos y etruscos, mientras que otros investigadores se inclinan decididamente hacia estos últimos, como ocurría con W.M. Flinders Petrie33 y, más recientemente, A. Arribas 34 , aunque en todos estos casos no se razona ni justifica la preferencia itálica. 17. Dechelette,op. cit. n. 14. 18. P. Couissin,Lesarmes romaines,p. 49 y p. 140. 19. M.E. Cabré, op. cir. nota 2 y también «El modelo de falcata más tipícamente hispánico)', Anuario del ClIe/po Faculralivo de Archiveros. Bibliotecarios y Arqueólogos. n, 1934. 20. M.E. Cabré, ,<Ellllodelode faleata ... » op. cit. nota 19, p. 11. 21. M. de la Fuente Aparicio, Falcala Ibérica, Memoria de Licenciatura mecanografiada dirigida por el Prof. A. García y Bellido, p. 1(siguiendo a Sandars, prefiere la transmisión vía griegos a la «opción etrusca!». 23. Fletcher Valls, op. cil. nota 4, p. 59. 24. W. Schule, Die Mesero Kulrure der lberischen H(Jlbinsel, Berlín, 1969, p. 113. 25. G. Nieto Gallo y A. Esealera Ureña, "Estudio y tratamiento de una faleata de Almedinilla», fI!formes y Trabajos del Insrituro de Conservación y Restauración de obras de arle, Arqueologia y Etnologfa, 10, p. l2. 26. 1. Maluquer de Motes, op. cil. nafa 3. La falcata "parece responder al tipo de mac1wira griega del s. VI, que habrían adoptado de los primitivos colonos meridionales» (p. 356). 27. S. Broncano eralii "La neerópolis ibérica de «El Tesori.co'»',NAH, 20,1985, pp. 43-183, vid. p. 93 28. F. Presedo Velo en Historia de España Al/ligua, 1, Madrid, 1986, Cátedra, p. 204 ((El origen griego parece, hasta ahora, la tesis mejor apoyada»). 29. F. Femández, Excavaciones arquDlágicas en el Raso de Candeleda, Avila 1986, vol. II, p. 797. 30. A. Balil en sn recensión (B.SEAA., LIII, 1987, p. 472) al libro de R. Trevíño Rome' s enemies(4): Spani.th Armies. 218 BC·19BC, Loudres 1986. 31. E. Cuadrado, "La necrópolis ibérica de El Cigarralejo (Mula, Mureia), B.PR. XXNI, 1987, p. 84 32. E. Cuadrado,La panoplia de los iberas de "El Cigarralejo» , 1989 pp. 45-51. 33. W.M. Flinders Peuie, Too/s and Weapons, Londres, 19l7, p. 28 y Lám. XXXII. "The source is probably It.alian, adopte<:! in Magna Grecia, and spread to Spain». Aquí Petl;e trasladaba el origcn a Italia, posibilidad no aceptada por otros investigadores, y valoraba de maneJa interesante el posible papellransmisor de la Magna Grecia. En torno al origen y procedencia de la falca!ll ibérica 479 En un interesante pero poco difundido trabajo, G. Nieto Gall035 reconoce la distribución costera de la falcata y descarta el origen autócton036 . Sin embargo, busca integrar en una hipótesis general los orígenes de la faleata, la machaira e incluso de los cuchillos afalcatados remontándose al Bronce Final, período del que cita la existencia de cuchillos curvos en el mundo «tracia» del valle del Danubio y los Cárpatos. De forma bastante anárquica el autor salta del Bronce Final a la época de La Tene y de los pequeños cuchillos a la espada de guerra, pero en cualquier caso propone que del cuchillo afalcatado de bronce los tracias llegaron a crear una machaira citada por Herodoto, que desde Tracia pasó a Asia Menor, donde la adoptaron los gliegos orientales que a su vez la transmitirían a Grecia continental y de allí al mundo etrusco (elude el problema de la cronología antigua de algunas piezas etruscas). A través de los etruscos o de los griegos el tipo llegaría finalmente a la P. Ibérica. 1.4. Autores indecisos Pese a que la mayoría de los investigadores se inclinan hoy por la opción mediterránea, no faltan quienes pese a todo muestran dudas. Ya hemos citado el caso de 1. Neguernela (nota 12), pero hay varios investigadores más que no acaban de inclinarse por ninguna de las dos grandes posibilidades. Este es el caso de G. de la Chica37 , G. Nicolini38 , A. Blühn de HoffmayeI39 , F. Latorre40 o R. Treviñ041 . Aunque la mayoría de estos autores parecen inclinarse elípticamente por el Oligen mediterráneo, ninguno se defme claramente. 34. A. AiTiba" Los Iberos, Barcelona, 1965, p. 98. «su origen se halla en la machaira griega, qne fue copiada de pueblos orientales, e introducida a tmvés de los típos etruscos que los mercenarios ibéricos debieron de imitar..." 35. G. Nieto Gallo «Coincidencias fOlmales entre la Majaira tracia y la «Falcata" Ibérica; A.etas del III CONgreso de Tracología, Palma de Mallorca, 1981; Milán 1982, pp. 95-106. 36. Ibidem, p. 98. 37. El caso del trabajo de G. de la Chica (op. cit. nota 2) es curioso. AWlque se limita a exponer las dos grandes hipótesis al uso, sin inclinarse por ningW1a, se ha extendido la opinión de que dicho autor aceptaba nn origen céltico-meseteño (ver Fletcher, op. cil. nota 4, p. 58 o Nieto Gallo y Escalera Ureña, op. cil. n. 25, p. 12 como ejemplos). 38. G. Nicolini, Les brONzesfigw"és des sanctlwires ibériques. París 1969. Cita a los autores 'pro-griegos' sin cita.r la teoría 'contínental-hallstátíca'. Implícitamente pal~ce alinearse con aquellos. 39. A. BTÜhn de Hoffmayer, /lrms and /lrmour in Spain, Madrid, 1972, p. 3 t. 4ü. F. Latorre Nnevalos, op. cit. nota 2, p. 168: «Se puede concluir que, en CUal110 a la fonna de la lámina [hoja], es muy discutible el origen griego o céltico. En cuanto a la cabeza de ave, hay un claro influjo griego. En cUal1toa la empuñadura con cabeza de caballo, un origen típicamente ibérico con influjo de las fíbulas de jinere del centro de la Península.» 41. R. Treviño, op. cil. nota 3D, p. 38. 480 Femando Quesada Sanz 2. Algunos problemas de cronología y de concepto Casi asombra el que, desde los trabajos de Sandars, Bosch Gimpera y ME Cabré, no se haya abordado de manera sistemática el estudio de la machaira y sus relaciones con la falcata, y que algunas referencias aisladas a las espadas itálicas, adriáticas y griegas no se hayan integrado en un todo coherente. La mayoría de los investigadores posteriores han aceptado la situación prácticamente tal cual quedó planteada en 1934, y poco o nada se ha avanzado. Sin embargo, la aparición de nuevos elementos de juicio junto con la oportunidad que hemos tenido de estudiar directamente piezas itálicas y balcánicas, así como de acceder a bibliografía poco o nada conocida en España, nos ha permitido intentar un replanteamiento global del problema. Para ello es necesario previamente ajustar dos conceptos no muy claramente defmidos: el de la cronología de la falcata ibérica en comparación con la machaira griega y el de los conceptos -distintos- de «origen» y «procedencia». Cuando Sandars escribio su trabaj042, la datación conocida para las falcatas ibéricas no iba más allá de principios del s. IV, por lo que resultaba aceptable la gradación por él propuesta: la falcata entraría en Grecia a principios del s. V y llegaría a Iberia en la primera mitad del IV a.C4 3.Sin embargo, ya M.E. Cabré propuso en 1934 una fecha bastante más antigua para la llegada de la falcata: en torno a fines del s. VI -principios del Va. de C 44 • Una datación tan antigua, no bien atestiguada por la evidencia arqueológica, hizo que la mayoría de los investigadores no la siguieran con todas sus consecuencias. La fecha de segunda mitad o finales del s. V para la recepción de la falcata ibérica se fue generalizand045 . Sin embargo, hoy poseemos elementos que nos penniten pensar en la utilización ibérica de la falcata desde al menos mediados del s. V a.C y quizá algo antes. En efecto, en el conjunto escultórico de Porcuna hay indudables representaciones de falcatas46 , (Fig. 2) Ydicho conjunto ha sido datado por Negueruela, autor del estudio más minucioso, en torno a la primera mitad del s. V aC basándose en consideraciones estilísticas, en la datación de los paralelos conceptuales del monumento y en el tipo de los objetos representados 47 , datación en la que coincide con Blanco Freijeiro48 . Si la falcata se representa en Porcuna a lo largo de la primera mitad del s. V a. C, dicha fecha sería idéntica o muy poco posterior a la calculada por Sandars para la llegada del prototipo oriental de la machaira a Grecia, por lo que no habría tiempo material para que los griegos la adoptaran y luego la transmitieran a los íberos. Podría argumentarse que 42. Sandars, op. cit. nota 16. 43. Ibidem, pp. 30-32 para la llegada a Grecia y p. 34 para la transmisión a la P. Ibérica. 44. M.E. Cabré, 1934. op. cit. nota ¡9,p. 11. 45. F1elcher. op. cit. nota4, p. 59; de ¡aChica, op. cit. nota 2, p. 310 da fecha del s. N a.e.; Treviño. op. cit. nota 30, p. 40, Nieto Gallo,op. cit. nota25,p. ¡02,etc. 46. J.A. GonzáJez Navarrete, Escultura ibérica de Cerrillo Blanco (Porcuna, Jaén), 1987; ver núm. cal. 43 (p. 202-203) Y núm. 44 (p. 204). Igualmente, Negueluela, op. cit. nota 12.p. 491. 47. NeguerueJa, op. cit. nota 12, p. 804 Yp. 809. Los dos extremos posibles para la datación del monumento serían. según este autor, el 530 y e1390 a.e. (p. 808). En tomo al origen y procedencia de la falcata ibérica 481 un hipotético escultor griego focense autor de las esculturas pudo representar un arma de su tierra y no un tipo ibérico, pero ello es de todo punto absurdo si consideramos que todas las demás armas son claramente propias del mundo perunsular. Por trnto, se hace necesario resolver con urgencia la contradicción entre una aparición de la falcata en fecha similar en ambos extremos del Mediterráneo y la teoría al uso sobre la procedencia griega de la faleata ibérica. La segunda cuestión que hemos planteado es de concepto. En efecto, en el problema que estamos tratando hay dos aspectos claramente distintos, que muchas veces no se han distinguido con claridad y que en otras se han mezclado por completo: nos referimos a los conceptos de origen y procedencia. A nuestro modo de ver, una cuestión es la del origen último del tipo de espada de hoja asimétrica, curva y con un solo ~olif y otra por completo distinta la de la procedencia inmediata de la falcata ibérica, el modelo que luego los iberos transformaron. Desde el punto de vista de la protohistoria española, la cuestión del origen y la procedencia sólo se confundirían si la faleata tuviera un origen autóctono en los cuchillos peninsulares de la Edad del Bronce, pero esta es una posibilidad desechada por la investigación. Si lo que queremos es resolver el problema de la procedencia de la faleata ibérica, no tenemos que desviamos hacia remotos paralelos orientales o continentales, sino buscar paralelos al tipo entre, aproximadamente, los siglos VIII y V a. de C. Si nos interesa saber cuál es el origen último tanto de la faleata ibérica como de la machaira etrusca y la griega, así como de los grandes cuchillos continentales de finales de Hallstatt y comienzos de La Tene, el problema es mucho más complejo. Desde el punto de vista de la Arqueología Perunsular, el problema interesante es el primero. Puede objetarse que ambos problemas están en realidad asociados, y es cierto, pero no tienen por qué mezclarse. Creemos que la mejor forma de llegar a conclusiones fiables es tratar primero de determinar por qué vía llegó la idea de la falcata a la P. Ibérica, y sólo luego atacar el problema del origen remoto. La mayoría de los esfuerzos de investigación hasta la fecha se han centrado implícitamente en la procedencia, pero al no separar este aspecto del problema del origen se producen absurdos como que se utilicen textos homéricos que citan el término machaira (cuchillo corto) para aludir al origen griego de lo que, siglos después, Seneca llamará machaera hispana (sable de guerra)49, o como disociar, a la hora de definir in48. A. Blanco Freijeiro, «Las Esculturas de Porcuna. 1. Estatuas de Guerreros»,B.RAH., CLXXXIV, 1987, p. 445. 49. La cuestión de la terminología utiLizada por los autores clásicos es extremadamente compleja y requiere un estudio independiente en el que estamos trabajando. En síntesis, cabe decir que es muy peligroso fiarse del término mochaira para identificar una falcata, porque muy a menudo (sobre todo en autores como Homero o Herodoto) se emplea para designar euchillos de eocina o cuchillos sacrificiales. En este caso, normalmente puede distinguirse el uso por el contexto, pero el problema se agrava en autores más tardíos, que utilizan el término machaira no solo para sables curvos, cuchillos de eocina, cuchillos sacrificiales e incluso escalpelos de eimjano, sino también para espadas en general. Eu eambio, el término xiphos (espada reeta, corta, de hoja algo pistiliforme) a veces se utiliza eu sentido general como «espada», fenómenos ambos que se produceu en autores eon pocos conoeimientos técuicos. Un término más técnico -aunque tampoco exento de complicacionespara lo que nosotros entendemos eomo falcata es kopis, usado por relativamente pocas fuentes (es significativo que una de ellas sea un militar profesional como Jenofonte). Como ha señalado Snodgrass en Arms andAmlOur ofthe Gl'eeli.s, 1967, p. 97, la 482 Fernando Quesada Sanz tluencias, los elementos componentes de la falcata50 . Por otro lado, no es necesariamente contradictorio que el origen remoto esté en la cuenca del Danubio y que la procedencia sea griega, o viceversa, que el origen sea griego micénico y que la machaira llegara a través de los Pirineos. 3. La evidencia de la Península Ibérica El planteamiento básico de M.E. Cabré en contra de la difusión de la falcata en sentido Meseta-Costa conserva todo su vigor, más aún si cabe, puesto que cada vez se aprecia con mayor claridad la concentración de las falcatas en Andalucía, Sureste y Levante, como han reconocido F. Femández en su estudio sobre el Raso de Candeleda51 , o lo hizo W. Schule52 . Sólo en la provincia de Murcia hemos podido catalogar 211 falcatas, mientras que en la Meseta Norte pueden contarse con los dedos de las manos. Sólo el argumento de la distribución de la falcata bastaría pues para negar la teoria de Bosch Gimpera, como él mismo reconoció, pero no excluye completamente la posibilidad de la entrada de una falcata en la Península a través de los Pirineos Orientales y descendiendo por la costa en tomo al s. VI. De todos modos, la comparativamente escasa presencia de falcatas en el Sur de Francia, Cataluña y Meseta nos lleva a dudar seriamente de esta posibilidad. Al argumento de la distribución cabe añadir el ya citado por la presencia de falcatas entre el armamento de Porcuna (Fig. 2), panoplia que nada tiene de meseteña a nuestro modo de ver. La falcata claramente no procede de la Meseta (aunque no vamos a utilizar lo definido para hacer la definición), pero es que también los discos-coraza son de procedencia mediterránea, concretamente itálica como muy bien ha visto G. KurtZ53 y ha aceptado Negueruela54 ; los paralelos encontrados para los peculiares cascos son helénico-jonios55 , pero posiblemente reinterpretados primero en Italia y luego en la P. Ibérica56 ; los escudos circulares pueden tener casi cualquier origen y procedencia, incluida la autóctona, y las manillas representadas tienen paralelos tanto en la Meseta nomenclatura griega de armamento es claramente aSlSlemáLíca. Por ello. las notas de Sandars referentes a la supuesta similüud entre el kukri gurka y la maehai.ra, o la referencia a la liiada, carecen de sentido real: ambas cosas son cuchillos, no ~.adpse de guena y poco tienen qne ver con La función y tipología del kopis tal y como lo entlende Jenofonte o con la faJeata ibérica. G. Roux «Meurtre dans un sanctuai.re sur l' Amphore de Panaguriste». Antike KUrlst, 7, 1964, pp. 3040 ha insislido en qne la muchaíra, a los ojos de los griegos, designaba «instrumentos de fonna y tamaño diversos, pero esencialmente destinados a cortarcames: cuchillo de caza. cuchillo de sacrificio, de cocina». 50. Latorre, op. cit. nota 2. Ver cita nota 38. 51. Femández. op. ril. nota 29, p. 795. 52. Schule, op. cit. nota 24, p. 113. 53. W. S. Kurtz, <<La coraza metálica en la Europa PrOlOhistórica», Bol. Asoc. Esp. Amigos de laArque%gía, 21, p. 22: «Debe resaltarse el hecho de que el modelo adoptado (...) sea de procedcncia itálica»; p. 2\ «1a mayor partc de las piezas proceden del área levantina (...) Respecto a las piezas de la Meseta, creo que tan sólo pueden ser considerndas importaciones... » 54. Negueruela, op. cit. nota J2, p. 434. 55. Negueruela, ibidem, nota 12, pp. 374-379. 56. Ibídem, p. 378. En tomo al origen y procedencia de la falcata ibérica - 483 como en MurciaS?; las espadas de frontón tienen un claro origen orientaPS, y aunque en 1969 el mapa de distribución de Schule reflejaba un equilibrio entre Wla concentración en la Meseta N. y otra -más dispersa- en el cuadrante suroriental de la Penínsulas9 , hallazgos posteriores vienen a abonar la opinión de que la procedencia directa puede ser mediterránea., puesto que tenemos ejemplares no sólo en la Hoya de Santa Ana, Almedinilla., Illora y Villaricos, sino también en el Tesorico de Hellín60 , Casa del Monté 1, Los Patos en Cástul062 , Los Nietos en Cartagena63 , etc. La propia M.E. Cabré, gran conocedora de las armas de la Segunda Edad del Hierro, da por supuesto que el tipo fue primero adoptado por los iberos y de allí pasó a la Meseta&4. Por todo esto no compartimos en modo alguno la opinión de Blanco Freijeiro y otros autores en el sentido de que la panoplia representada sea meseteña6S , y por lo mismo no nos extraña la asociación de falcatas con estas otras am1as que, según hemos visto, apuntan en más de un caso al mundo del Mediterráneo Central, a la Península Itálica. Las consecuencias que esto tiene las veremos cuando examinemos la siguiente evidencia que vamos a presentar. Nos estamos refiriendo a una interesante espada conservada en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. (Fig. 1 YFig, 3.3). Su lugar de hallazgo es dudoso, aunque es probable que proceda de Elche66• Está fabricada en hierro forjado, y su estado de conservación es regular: falta buena parte de la empuñadura y el extremo de la punta. Además, gran parte de la hoja está corroida hasta el extremo de que partes enteras han desaparecido, aunque sin llegar a dividir la espada en fragmentos, Se trata de un alma 57. La manilla corta con dos anillas para la sujección del telamon separadas del cuerpo de la empuñadura apareee no sólo en la Meseta (J. Cabré, «La caen'a y el scutum en Hispanja durante la Segunda Edad del Hiena)), B.S.E.A.A., VI, 1939-40, Lám. IX) sino, en un paralelo más próximo aún, en El Cigarralejo (ripos 1 y 1bis de Cuadrado en Cuadrado, op. cit. nota 31, p. 88. Ver sepulturas 30, 350 por ejemplo. Este tipo, y variantes más evolucionadas, apenas tienen la'> largas aletas rriangulares características de un momento posterior. Parella uo es necesario suponer, como lo hace Blanco Freijeiro (op. cil. nota 48, pp. 442-444) que las manillas que se ven en las esculturas de Porcuna tuvieran pintadas las aletas triangulares de las manillas, porque nunca existieron; el riporepreseutadoes uno sencillo y más antiguo del cual tenemos además evideneia arqueológica. 58. Reconocido porSchule, op. cil. n. 24, p. 103 Ypar Blanco Freijeiro, op. cit. nota 48, p. 439, aunque este último autor insiste en que el tipo no llega a la península por el Mediterráneo. úno por la Europa ContinentaL 59. Schule, op. cit. Karte 26. 60. Broucano et aliJ'. op. cit. nota 27, pp. 84 ss. 61. Ballester Tonno, 1. «Avance al estudio de la necrópolis ibérica de la Casa del Monte (Albacete)>>, Comunicaciones al IV Congreso lnternacio/l()l de Arqueología, lirada apane de Cuadernos de Cullt/m Valenciana, IIl-IV, 1930, Figs. 12, 14 Y20. 62. 1. M. Blázquez, "Castulo l»,Acta Arqneológica Hispánica, 1975, Sep. XlV, pp. 90-94; Sep. XV, pp. 94-97. 63. Cruz Pérez, M.L. Sistemática para el estudio de necróplis ibéricas y su aplicación en el yacimiento de «Los Nietos» (M.urcia), Memoria de Locenciatura Inédita, Madrid, 1986, Lám. ID, Sep. 11. 64. M.E. Cabré, «Espadas y Puñales de la Meseta Oriental en la Il Edad del HieITo», Celriberos, Zaragoza, 1988, pp. 124-125. 65. Blanco Freijeiro y González Navanete enArte Ibérico en EspOlia de A. García y Bellido, Madrid, 1980, p. 75; sobre todo, Blanco frcijeiro, op. cit. nota 48, pp 405-406, p. 434; p. 439. 66. Aunque estaba colocada en almacén junto con piezas de Toya (Jaén), carece de etiqueta propia, y D. Antonio Madrigal, que ha clasificado sobre inventarios originales las piezas dc Toya nos ha infonnado amablemente que una machaira dc esta o si.mi1ares características no es citada en lugar alguno. Por otro lado, D. Emeterio Cuadrado, -<:juien por vez primerd nos llamó la atención sobre csta pieza- nos ha informado que la misma procedía, al parecer, de Elche, en lo que coincidc con una de las an tiguas fichas dc inventario del Museo, que hace referencia a proccdeucia iliciTana. El número de inventario, 1986/149/188, es reciente y no permite avcriguarnada. sobre este aspeclo. Aunquc en teoría cabe la posibilidad de que esta cspada perteneciera a alguna colección particular que contuviera armas traídas de fuera de la Península IbéJica, la ausencia de alguna referencia de este tipo, el estado de la pieza. y los dos supuestos lugares de procedencia peuinsulares nos llevan a pensar casi con seguridad eu que la espada viene de Elche o, quizá, de Toya. 484 Fernando QuesadaSanz muy grande, que debió medir unos 94 cm de longitud, aunque la longitud conservada es de 82. La longitud de la Hoja debió ser de 74 cm. La Anchura Máxima de la Hoja es 7,5 cm, y la Mínima, 3,6 cm. El Angula Axial es de 70º67. No conserva restos de acanaladuras en la hoja, lo que no quiere decir que no tuviera en origen finas estrías. Lo que convierte en interesante a esta machaira es su tipología y su tamaño. Corno se observa en la figura 3, ambas características la separan claramente del conjunto de las faleatas ibéricas. En primer lugar, es mucho más estilizada, la parte más estrecha de la hoja es más larga que en las faleatas ibéricas, y la punta más alargada. En segill1do lugar, la curvatura del dorso es más exagerada que en las espadas peninsulares. En tercer lugar, el dorso de la espada tiene un nervio fuertemente marcado, formando una sección en forma de «T» (Fig. 12.17) característica de las machairas itálicas e inusita en las faleatas ibéricas. En cuarto lugar, la espada carece del doble fIlo característico de las armas hispanas: el resalte del dorso disminuye gradualmente aunque sin llegar a formar un filo dorsal. Por último, sus dimensiones son enormemente mayores. Si comparamos las dimensiones medias de un conjunto de espadas ibéricas procedente de Almedinilla, del Cigarralejo, del Cabecito del Tesoro y del Tesorico de Hellín, que suponen una muestra representativa de las falcatas ibéricas, advertirnos de inmediato la diferencia: la machaira de Elehe se parece mucho por sus dimensiones y forma general a ejemplares itálicos o inclusos griegos, y en absoluto a las faleatas ibéricas. En realidad, basta mirar las figuras 10 y 11 3, que recogen ejemplares itálicos, para darse cuenta de que la pieza que estudiamos es casi con total seguridad de filiación italogriega, y no ibérica, y, por su aspecto, relativamente antigua. Esta machaira puede ser una prueba más de que el prototipo de la faleata ibérica entra por la costa suroriental de la Península Ibérica, y podría constituir un a modo de «eslabón perdido» entre las falcatas claramente ibéricas y sus prototipos mediterráneos. La elección entre procedencia etrusco-itálica o griega es difícil, pero adelantaremos por ahora que debe ser itálica dada su morfología. Por otro lado, la presencia de una machaira itálica en territorio ibérico no tiene nada de extraño si pensamos que junto con ella pudieron venir elementos como discoscoraza para los cuales hay en la Península representaciones escultóricas (porcuna y, significativamente, Elehe) y evidencia arqueológica desde el s. VI hasta principios del Na. deC. 67. Se trata de un ángulo que mide la posición de la hoja respecto al brazo de la persona que empuña el arma. Se define como el ángulo formado por la Anchura Basal y la Longitud de la Hoja, esto es, el ángulo formado por [a línea que forma la base de la empuñadma y la línea que va desde la punta de la hoja hasta el extremo dorsal de la base de la empuñadura (ver Quesada, «Armamento, Guerra y Sociedad en la Necrópolis lbériea de «El Cabecico del Tesol'O», Murcia», BA.R. Internotional Series, S02, Oxford 19B9, vol. 1, pp. 262-266. Cuanto mayor es e[ ángulo, más se parece la falcata/machaira a una espada recta; cuanto menor es, más cwvada resulta cuando se empuña, En tomo al origen y procedencia de la falcata ibérica 485 4. Oriente Diversos autores, tratando del Oligen último de la espada de un solo filo en el mundo helénico e itálico, han querido hallarlo en Asia Menor. Ahora bien, estos intentos no han sido nunca realmente sistemáticos, y han olvidado lo que un experto en espadas como Richard F. Burton indicara ya en 188468 , esto es, que «fonnas aparentemente idénticas surgen espontaneamente, porque los tipos [posibles] son limitados en número, y las preferencias del hombre cubren fácilmente toda la gama de posibilidades». No es por ello extraño que allí donde se encuentra un tipo cualquiera de espada de un filo se busque el origen del kopís. Así, el propio Burton lo vió en lo que él llama «Kopsh», anna característica del antiguo Egipto69 • Dentro de esta búsqueda de paralelos exóticos y cuanto más antiguos mejor podemos incluir la que hace P. Couissin, derivando el kopis de un anna sumeria de un fil0 70 , sin aportar prueba alguna salvo el parecido fonnallejano. Hay también quien vagamente asegura que el origen último es árabe7 !. Prescindiendo de estas teorías extremas, debemos comentar con algo más de detalle las hipótesis de aquellos autores que consideran que la machaíra tiene un origen persa y que desde los persas pasó a los griegos durante las Guerras Médicas. El defensor de esta hipótesis más inmediato a nuestro tema es Sandars72 , a quienes muchos investigadores han seguido posteriormente, aunque ninguno presenta argumentos convincentes para esta derivación salvo la idea de que el tipo de anna no es helénico de origen y que hay annas de un solo filo desde épocas anteriores en el Próximo Oriente. En las machaíras griegas es muy común que el pomo remate en forma de una cabeza de ave o en una voluta geométrica. Para la primera de estas formas sí hay una cadena de paralelos orientales que ha sido recientemente estudiada por Bamett73 . A partir de un relieve hítita de Ivriz, una de cuyas figuras porta una espada cuyo pomo tennina en cabeza de ave, hace Bamett un estudio de las aves de presa anatólicas, y sobre la relación entre estas aves y los dioses en el mundo hítita y posterior. Tras hacer un repaso de paralelos hicsos, asirios, etc. en el Próximo Oriente, encontrando ejemplos de espadas de un filo con cabeza de ave reconocidas como súnbolo divin074, pasa el autor a estudiar los pomos en forma de cabeza de ave en el mundo clásico, considerado en este aspecto como un continuador de tradiciones orientales: «Parece que la idea (oo.) de una 68. R.F. BUIlon, The bookoflhe Sworrl,London 1884, Introd. p. XXU. 69. /birlem, p. 235, indiea que el kopis imita la curva interior cortante del kopsh, simplemente aphmando la cW"Va». Hoy en día la transcJipción del nombre egipcio es <<khepeslm. Ver A.H. Gardiner, Egyplian Grammar, signo T-16 y p. 513. 70. P. Couissin,Les lnstitlllions Militaires el Nma/es, en «La vie publique el privée des anciens grecs», París, Belles Lettres, 1932, pie de la Lámina XV.1. Recoge y adopta la hipótesis de L. Heuzay en Les origilles orientales de r arto 71. Cit. por Burton, ap. cit. nota68, p. 236. 72. Sandars, op. cit. nota 16, p. 24. 73. Barnett, R.D. «From Ivriz to Constantinople: A Study in Bhd-Headed Swords» Festchr(frfilr Kurl Birte/, Beitrdge zur Altertumskunde KleilUlsiens, 2 voIs. 1983. 74. Por los asirios./bidem, p. 69. 486 FemandoQuesadaSanz espada con cabeza de rapaz, o más específicamente de águila, sobrevivió quizás asociada con algún centro de culto no identificado en Asia Menor. De hecho, este tipo de espada fue conocido por los pintores de vasos áticos de plincipios del s. V a.e. de alguna manera (quizás como resultado de las Guerras Médicas). (...) Claramente se la siente como un arma exótica misteriosa, probablemente dotada de poder mágico... »75. Como en seguida veremos, no hay nada en los vasos áticos que nos autorice a pensar en un poder mágico de este tipo de pomos de espada, ni siquiera en el propio tipo, aunque sí otras connotaciones simbólicas. En cambio, no sería extraño que la idea de cabeza de rapaz, ajena al mundo balcánico entrara en Europa procedente de Oriente. No conocemos paralelos aproximados persas para la machairalkopis griega, y de hecho los que siempre se citan para «probar» este origen son obras de arte griego que representan a personajes extranjeros, por ejemplo persas. Sin embargo, hay evidencia (vid infra) de que los griegos conocen la machaira (entendida como arma de un solo filo) antes de las Guerras Médicas, al menos desde la segunda mitad del s. Vil a.e. según nos muestra un alabastron protocorintio (núm. 1 de nuestro catálogo). Esta evidencia destruye la hipótesis al uso sobre el momento de la entrada del arma en Grecia en torno a principios del s. Va. de e. Aunque en efecto éste es el momento en que el kopis comienza a ser representado con frecuencia en los vasos de figuras rojas, no es el momento en que el arma se conoce. Ahora bien, esto que decimos no impediría que el tipo proceda de Asia aunque en un momento anterior. Se ha citado evidencia de que en efecto las ciudades griegas de Asia Menor representm el kopis en manos de persas en época anterior a la floración de estas armas en el continente, implicando que estas ciudades asiáticas habrían actuado de intermediarias en la transmisión. Este es el caso de un sarcófago de Clazomene de hacia e152Ü a.e. estudiado por Greenhalgh76. Dicho autor identifica a unos jinetes que cargan contra hoplitas griegos como persas, precisamente basándose en que estos jinetes, vestidos a estilo oriental y llevando gorytos para el arco compuesto, empuñan largos sables que considera de origen persa y en modo alguno de tipo cimmerio o escita. Greenhalgh choca frontalmente con la opinión anteóor de Murray, quien en su detallado estudio de este sarcófago?7 consideraba que se representa a cirrrmerios o escitas, y no a persas, y se basa en los mismos elementos que Greenhalgh, exceptuando la espada. En realidad, las siluetas representadas en el sarcófago no permiten discernir más que una cosa: se trata de arqueos a caballo vestidos al modo oriental. Ahora bien, teniendo en cuenta las convenciones icográficas de los pintores áticos, -que por ejemplo visten a amazonas al modo persa-, es difícil en principio aceptar una u otra teoría. Aunque, como vamos a ver, los cirnrnerios y escitas no utilicen espadas de un solo filo en los siglos Vil-VI a.e., ello no significa necesariamente por exclusión que el artista clazo75. Ibídem, pp. 69-70. 76. P.A.L. Greenhalgh, Eariy Greek WOIfare. Horsemen and Charíats in 'he Homeríc andArchaícAges., Cambridge, 1973, pp.143-I44y Fig. 77. 77. A.S. Mumty, Terracotta Sarcopha¡;:i Greekand E'ruscan in ,he Bri'ish M[jsewn, London, 1898, pp. 1-2, p. 9. En tomo al origen y procedencia de la falcata ibérica 487 memo buscara representar persas (aunque es probable) m tampoco que el tipo de espada que enarbolan los jinetes sea persa (lo que es dudoso), porque el sable se utiliza a menudo para deflIÚr algo extranjero o exótico, sin más precisiones (vid,.infra). Si el origen persa es dudoso por falta de evidencia arqueológica -y ya estamos viendo que las representaciones griegas no son fiables para realizar una adscripción precisa, porque por ese camino se podría llegar a las Amazonas como pueblo portador de machavias-, sí hay cierta evidencia arqueológica negativa para un origen cirnmerioescita. En efecto, los datos más recientes de que disponemos 78 indican que la machaira no es utilizada entre los pueblos de las estepas norpónticas hasta época avanzada. Desde fmales del s. Vil a.e.las espadas escitas son rectas de doble filo, con unos 60-70 cm de longitud media79 • Durante el s. V aparecen espadas de hoja triangular, que se va estrechando lentamente desde el principi080 , y sólo en el s. IV a.e. aparecen, junto a las espadas de doble filo, las de unoSI • Tampoco Vos cita espadas de un filo asociadas a los arqueros escitas reflejados en la pintura griega arcaica82 . 5. La machaira en Grecia Vamos primero a comentar brevemente las distintas opÍIÚones propuestas sobre el origen de la machaira en Grecia, para a continuación exponer nuestra postura contraria al origen griego autóctono, razonada sobre consideraciones tácticas, iconográficas y arqueológicas. Como ya hemos ido viendo, Sandars opinaS3 que la machaira procede del cuchillo homónimo, pero que tal proceso no se produjo en Grecia, sino más al Este, en Persia, y que la machaira llegó ya formada al comienzo de las Guerras Médicas. Como veremos, esto es imposible porque los griegos conocen el kopis desde la segunda mitad del s. VI al menos y quizá ante,,'l. Poco después, Dechellette84 aceptaba que la machaira es de origen griego, y que no sólo los ibéricos, sino los Picenos de Italia la adoptaron de allí. En 1967 Snodgrass 85 opinaba que, aunque hay precedentes en Grecia, la repentina floración de representaciones a principios del s. V sugiere una importación, quizá de Persia, y llega a sugerir (veremos luego que esto no es cierto) que la machairalkopis llega a eclipsar la vieja espada corta86 • Si nos remontamos a un período anterior, en torno al s. X-VIII a.e. -momento en que aparecen las machairas de Vergina-, M. 78. E.V. Chemenko, The Scyrhians, 700-300 B.C., Londres, 1983. 79. Ibidem,pp. 14-15 y Fig. p. 29. 80. Ibidem, p. 17. 81. Ibidem, p. 17. 82. M.F. Vos, Scylhian archeJ's in Archaic Artic Vase-Paiming, Gro/U1 ingen, 1963. 83. Sandars, op. cit. nota 16, p. 34. 84. Decheiette, op. cit. nota 14, p. 1.136. 85. A. M. Snod~s,ArmandAl7ou"fthe Greeks, 1967,p. 97. 86. Ibidem, p. 97. 488 Femando QuesadaSanz Andronicos opina que el origen de la idea del cuchillo de un filo no hay por qué buscarlo en Europa Central, y que bien puede ser micénic0 8?, pese a la opinión de Foltiny. Otros autores, como Ducrey o Anderson no entran a fondo en el tema del origen, pero no parecen considerar el kopis como algo esencialmente ajeno a lo griego, al menos en época avanzada (s. V-N a.e.) Hay sin embargo tres motivos distintos por los que consideramos que la machaira (en el sentido de kopis, de arma de guerra con deterntinadas características morfológicas que agrupan armas itálicas, griegas e ibéricas) es en esencia ajena al mundo griego aunque sea conocida y utilizada: porque su utilización en el marco táctico de la falange es inapropiada; porque cuando se representa iconográficamente casi siempre aparece como arma ajena a lo griego; y finalmente porque apenas se conserva en Grecia media docena de ejemplares de este tipo de espada. 5.1. Razones tácticas En efecto, ya desde antes del 600 a.e. 88 la falange es una lucha en formación cerrada en la que el arma ofensiva por excelencia es la lanza. Sólo se recurre a la espada cuando el arma principal se pierde o queda inutilizada. Si esto ocurre, en el ambiente denso de la formación hoplítica se requiere un arma corta89 , manejable en el combate cuerpo a cuerpo. La solución tomada por los griegos será similar a la que más adelante adoptarán los romanos para un combate cuerpo a cuerpo de similar ambiente: un arma corta, recta, de punta y doble filo, destinada fundamentalmente a herir de punta en la zona del vientre, por debajo del propio escudo y del del oponente: hablamos del xipho.f°. En este tipo de combate, la larga machaira, de una longitud media en tomo a los 80 cm y de un solo filo, debió ser un arma casi inútil, porque requiere de un amplio espacio y libertad de movimientos para su manejo al modo de un sable, golpeando de arriba hacia abajo, comenzando el golpe desde detrás de la cabeza (tal y como se representa casi siempre en la iconografía, Figura 4). Seria además un arma peligrosa para quien la utilizara, porque en el momento de preparar el golpe buena parte del cuerpo, incluida la vulnerable axila, quedaría al descubierto, y porque sería fácil herir al com87. M. Andronlcos. Vergirlll, 1969, Atenas; pp. 266-268 (en griego). 88. Antes del 600, asociadas ya a escudos embrazados (aspjs) se ut.ílizan cspadas largas derivadas de los tipos de la E. del Bronce, empleadas de fonna cortante. Cfr. A.M. Snodgrass, Early Greek armour and weapons,fl'om rhe end ofthe Bronza Age ro 600 B.C., Edinburg, 1964, pp. 112-113. 89. A.M. Snodgrass, op. cit. nota 85, p. 58; J.K. Anderson, Mj/j{aI'Y Theoryand Praetice in the Age ofXenophon, 1970, p. 37. 90. Snodgrass, op. cit. nota 85, pp. 84-85 sobre la espada eorta. El ténnino xiphos es a menudo un eomodÚl por «espada» y debe nsarse con cuidado. Aparece yaen Hornera, y su origen es desconocido (ver Lorimer, H.L. Bome,. and (he MOllnmen{s, 1950, p. 272 para el origen de xiphos). Es sintomático que, a principios del s. IV a.e. Ificrates decidiera alargar las lanzas y las espadas de sus tropas, aligeradas de peso (Diodoro XV, 144; Comelio Nepote, XI). Ve)' también las anécdotas so bre las cortas espadas espartanas que narra Plutarco (Licurgo, 19.2; Moralia, 191E; 216C; 217E; 241 F. Para una opinión romana tardía, pero explícita, de la vcntaja del uso de punta de las espadas sobre el corte de sable, ver Vcgeeio 1, II: Praeterea. non caesim sed punc{imferire disceban{. Nam caesim pllglwntes non solumfacile vicere sed eriam derisere Romani. En tomo al origen y procedencia de la falcara ibérica 489 pañero de detrás. En este sentido no es casualidad que el tantas veces citado texto de Jenofonte91 se refiera al uso del kopis corno anna de caballería, tropa secundaria en el mundo griego hasta época de Alejandro Magno92, donde un sable largo sí puede resultar útil mientras que el xiphos sería demasiado corto. De todos modos, tampoco debernos olvidar que el anna fundamental de la caballería griega, que combate sin estribos, era la jabalina o en cualquier caso una lanza corta (xyston), y no la lanza pesada (kontos) ni la espada93 . Todo esto no quiere decir que ningún hoplita usara la machaira, ni siquiera que no fuera relativamente frecuente, sino sólo que no es el anna más generalizada, ni la más adecuada, y que es por tanto dudoso que los griegos diseñaran para su infantería un arma cuando tenían otro tipo más adecuado. Por supuesto, esto no se refiere a la -escasa-caballería. Luego veremos cómo, curiosamente, el mayor número conocido de machairas en Grecia aparece en las regiones norteñas -Tesalia, Macedonia, Epiro- renombradas por su caballería y de cultura griega no "clásica", 5.2. La iconografia En segundo lugar, un estudio iconográfico nos muestra claramente que la machaira es concebida en la pintura vascular griega como un anna ajena a 10 propiamente griego, lo que no significa que sea desconocida. El argumento iconográfico ha sido utilizado por muchos autores, e incluso Sandars, que enfatiza que los griegos adoptan el arma y niega que sea representada como arma exótica94 , reconoce un origen último ajeno a Grecia. Entre los investigadores que han señalado el aire «exótico» de la machaira están Couissin9s , Barnett96 y Best97 , pero quizá el que de forma más profunda ha insistido en este aspecto es ROUX98 , Desde su punto de vista, y argumentando su hipótesis en argumentos literarios e iconográficos: 91. Jenofonte De Re Eq. XIU, 11. 92. SnodgTass, op. cit. nota 85, pp. 85 ss. (ausencia de estribo y herradura; ten'eno inadecuado; razas... Excepciones en Tesalia). ver el ¡iblito importante aunque ya anticuado de W.W. Tam, Hellenistic MilitG/Y & Naval Developmenrs, 1930, pp. 55-71; F.E. Adeock. The Greek and Macedonjan Ar' ofWar, 1967, pp. 48-53; el Ubro clásico sobre el tema es el de J.K. Anderson, Anciel'lt Greek Horsemanship, 1961. 93. Greenhalgh, op. cit. nota 76, p. 91: "No true cavarly in Greece from lhe sixth Century to Alexander ever used the sword as theirweapon". Cnando Jenofonte recomienda el uso del Kopis es evidentemente porqne su empleo no está generalizado. 94. Sandars, op. cit. nota 16, p. 32: "es cierto que sus enemigos, eomo los perros, las amazonas y los gigantes, por ejemplo, se representan armados con la machaira, pero los guell'eros griegos la empnñan también". 95. Conissin, op. cit. nota 70, p. 51. 96. Bamett, op. cit. nota 73, p. 70. "Se la ve claramente como nn alma exótica misteriosa... » 97. J.P.G. Best, Thracia" Peltasts and their inf7uence on Greek Wa¡1are, Gronnigen, 1969, p. 7: "los griegos en época histórica la consideraban típicamente bárbara... » 98. G. Roux, op. cit. nota 49. 490 _ Fernando Quesada Sanz «utilizada como arma [la machaira] no es sino el instrumento del crimen crapuloso (...), del esclavo asesino de su dueño (...), o incluso del loco furioso. (...) La machaira no es un arma de guena más que para los bárbaros, egipcios, de Cólquide, cilicios; y para los más salvajes de entre ellos mismos [los griegos], como los machairophoroi tracias que justificarían en Beocia su reputación de crueldad sanguinaria mediante una masacre odiosa. Entre los persas, es el arma de la caballería, porque su forma la hace útil para golpear de tajo, como un sable (...) yes como sable de caballería que los gliegos lo tamarán de los persas a principios del s. IV. » ... en el espÍJitu de los griegos la machaira evoca, asociada al combate, bien la idea del exotismo bárbaro, bien, como nueso'a cuchilla de carnicero, la de la matanza o el crimen. Esto se ve con nitidez por ejemplo en los vasos pintados: porque es el arma de los bárbaros y de la brutalidad ciega, la machaira es el arma por excelencia de los gigantes, en el mismo plano que las rocas o los troncos de árbol (...) Cuando este arma aparece en manos de un combatiente griego, es porque tiene como adversarios a Amazonas, Centauros o Troyanos, y puede pensarse que la ha anebatado al enemigo. (...) Como en la nanación de la batalla de las Termópilas por Herodoto, la aparición de la machaira en los vasos sugiere que el soldado griego se deja arrastrar a una carnicería sin piedad, los de la toma de Troya por ejemplo yen la proximidad de un altar Sin duda [el uso de la machaira en el vaso de Cleofrades] es una forma de mostrar la barbarie demencial del joven Tesalio [Neoptólemo), de estigmatizar su crimen odioso. Pero creo discernir además una intención más precisa: Neoptólemo, que había asesinado a Príamo sobre un altar, debía por su parte perecer sobre un altar, en Delfos, aU'avesado por un golpe de cuchillo asestado por un sacrificador délfico llamado justamente Mach jreo»9~. e..) A nuestro modo de ver, en estas líneas, junto con interesantes sugerencias, se mezcla un acierto (la consideración del kopis como algo ajeno, al menos hasta la segunda mitad del s. V -no olvidemos que cuando Jenofonte recomienda el kopis como arma de caballería estamos en pleno s. IV-) con un error (considerar que el arma entra en Grecia por mediación de los persas a principios del s. V). Pero para confmnar que el kopis aparece como arma exótica hemos creído necesario realizar una revisión de la iconografía, si no exahustiva si al menos ampliamente representativa. Para ello se han consultado diversos catálogos de cerámica griega 100 y se han extraído todas las piezas en 99. Ibidem, pp. 35-36. 100. Además de numerosos volúmenes del CVA, se han utilizado las siguientes obras (las referencias bibliográficas del catálogo se refiercn a eUas). Se recogen estas citas por la calidad de las fotos y su fácil acceso. -Alficri, N. y Alias, P.E.; Spina. Die Nellentdeekte Etrllskers!at:!t und die Griechischen Vos en inhrer Grober, Munich, 1958. -Alias. P.E., Hinner, M, Tausen Jahre Griechsiehe Vasellkllllsi, Munich, 1960. -Alias, P.E.; Him1er, M.; Shefton, B.B., HistoTY ofGreek Vase PairJlíng, 1962. -Beazley, J.D. Allie Red-Figure Vase-Pailllers, Oxford, 2' ed., 1963. (ARV) -Best, J.P.G. Throcian Peltasts and their itif/lIence on Greek Warfare, Groningen, 1969. -Bianchi Bandinelli, R. y Giuliano,A.,Los etruscos y la Italia anterior aRoma, Madrid, 1974. -Boardrnan,1. Athenian Block Figure Vases, Londres, 1974. -Boardrnan, 1. AthenianRed Figure vases. The Arehaic Period., ulOdres, 1975. -Boardman, J. Athenian RedfiglJre vases. The C/assical Período Londres, 1989. -Bothmer, D. Amazons ín Greek Art. Oxford, 1957. -Caskey, L.D.; Beazley, J.D. Allie Vase Paintíng ;n the Museum afFine Arts, Bastoll, Boston 1931-1963. -Couissin, op. cit., nota 70. -eharbonneaux, J.; Martín, R.; Villard, F.; Grecia Helenística, Madrid 1971. -Dechelene, J. Manuel d' Archéologíe Préhistorique, eeltique et Gallo-Romaine n.l, París, 1910. -Ducrey, P. Wmfare in Ancienf Greece J986 (1985 j. -Durand,J.L. «Figurativo e processo rituale»,D. Arch., Nuova Serie, 1, 1979, pp. 16-31. -Faster, P. Greek arms and armOllr, The Greek Museum, Newcaswtle upon Tyne, 1978. -Furtwangler, A.; Reichold, K. Griechische Vasellroolerei, 1900- t 932. -Macurdy, G.H. «A note on theJewellcry ofDemetrius the Besieger», AJA, 36, 1932,27-28. En tomo al origen y procedencja de la faleata ibérica 491 que la machaira aparece representada como arma, y la mayoría de las que aparece como un cuchillo de muy gran tamaño. El resultado es el que a continuación resumimos (ver Figura 4): a). Cerámica protocorintia Núm. 1: Alabastron protocorintio. Proc.: Siracusa. C. 640-625 a.e. según Payne. Heracles contra el león, blande un arma de un sólo filo, por tamaño y forma muy parecida a unkopis. BibL: Payne, 1931, p. 116, Fig. 44 bis y p. 275; Snodgrass, 1964, p. 112, nota 50. b). Figuras negras Nosotros sólo conocemos una pieza de Figuras Negras en la que se represente la machaira como arma, y además de época avanzada, lo que representa una muy baja proporción. Ni siquiera hemos encontrado ejemplos en un medio como las Amazonomaquias donde sería más probable que aparezca representada, ajuzgarpor las representaciones posteriores lOl . Sin embargo, Sandars sí comenta que conoce dos piezas sólo, aunque no da más detalles que el Museo de depósito 102 . También presenta un ejemplo en el que aparece como gran cuchillo de cocina en contexto doméstico. Núm. 2. Lécito Figs. Negras. Col. Particular G.H. Macurdy. Hoplita ataca persa caído, que sostiene una machaira. c. 490 a.e. Bibl.: Macurdy, 1932. Núm. 3. Olpe. Dep.: Berlín, Staatliche Mus. N. Inv.: 1915. Cocineros abriendo un atún con cuchillo de cocina de tipo machaira. Bibl.: Sandars, 1913, Fig.16; Durand, 1979, Fig. 9. Núm. 4. Enócoe. Dep.: Boston, Mus. Fine Arts. N. lnv.: 99.527. Clase del Vaticano G 47. Carnicero trabajando con un gran cuchillo de un filo. Bibl.: Boardman, 1974, Fig. 287; Durand, 1979, Fig. 1. Núm. 5. Pélice. Dep. París, Fundación Custodia (Instituto Holandés). Carniceros trabajando con un gran cuchillo de un solo filo. Bibl.: Durand, 1979, Fig. 4. -Murray, AS. Taracolla Sarcophagi Greek alld Etruscan in ¡he British MuseurfLLondon, 1898. -Payne, RG.G. Necrocorinthia, Oxford, 1931. -Pfyuhl, E. Meistelwerke Griechischen Zeiehllung Ulld Ma/erei, Mllnich, 1924. -Ritcher, G.M.A Allie Red-Figure Veses, Yale U. Press, 1958 -Ritcher, O.M.A Red-FiguredAthenian Vases in the Me/ropo/itan Museum alArt, Nueva York, 1936. Para la denominación de los vasos hemos seguido a P. Bádenas y R. Olmos, «La nomenclatura de los vasos griegos en castellano. PropuestaS de uso y nOlmaljzación.»,A.EArq.• 61, 1988, pp. 61 ss. 101. Bothrner, op. cit. nOla 100. 102. Sandars, op. cil_ nota 16, p. 30. Una del Museo Imperial de Antigüedades de Viena y olTa del Louvre. 492 - - Fernando Quesada Sanz e). Figuras Rojas Núm. 6. Cratera de Volutas. Proc.: ¿Arezzo? Dep.: Arezzo. N. Inv.: 1465. Eufronio, c. 520/500 a.e. Heracles contra Amazonas. Un hoplita levanta para golpear una machaira muy dudosa (parece más bien Wla espada recta), la recogemos por la cita que de ésta pieza hace Schule, aunque no coincidimos con su apreciación. Bibl.: Pfuhl, 1924, Lám. 47; Schule, 1969, p. 113; Arias y Hirmer, 1960, Lám. 114; Furtwanglery Reichold, 1900-1932;ARV2, 15.6. Núm. 7. Cántaros. Dep.: Bruselas. N. Inv.: A 718. Pintor de Dwis, c. 490 a.e. Heracles contra amazonas. Una de ellas le ataca por la espalda con una machaira. Bibl.: Furtwangler y Reichold, 1900-1932, Lám. 74; ARV2, 445.256(197) Núm. 8. ProC.: Santa María Capua Vetere; Dep.: París, Louvre. N.Inv: G 115 Pintor de Duris, c. 490. Ayax derriba a Héctor, quien sostiene una machaira. Bibl.: Roux, 1964, Lám. 10.3: Arias y Hirmer, 1960, Lám. 144; Ducrey, 1985, fig. 2; ARV 2,434.74 (70). Núm. 9. Cílica. ProC.: Vulci; Dep.: Louvre. N. Inv.: G 152 Pintor de Brygos, c. 490-480 a.e. Illiupersis. En un lateral, casi bajo un asa, lucha entre griego y troyano, ambos con machaira. Bibl.: Pfuhl, 1924, Lám. 52; Roux, 1964, Lám. 10.4; Boardman, 1975, fig. 245. 2; FurtwangleryReichold, 1900-1932, lám. 25; ARV 2369.1 Núm. 10. Cílica. Proc.: Vulci. Dep.: Munich. N.Inv.: 2640 (J 368) Pintor de la fundición. Centauromaquia. En un lado, un centauro armado con rama derriba a un lapita que se defiende con machaira. En el otro lado, es el griego el que ha derribado al centauro, rematándole con una machaira. Bibl.: Furtwangler y Reichold, 1900-1932, Lám. 86; ARV 2, 402.22; Roux, 1964, Lám. 11.4. Núm. 11. Cílica. Proc. Vulci. Dep. Mercado de Roma. Pintor de la Gigantomaquia de París, c. 480 a.e. Griegos contra persas. Uno de éstos, barbado, de rodillas, levanta una machaira. Bibl.: Boardman, 1975, Fig. 279; ARV2, 417.4 Núm. 12. Cílica. Proc.: Vu1ci. Dep.: París, Bibl. Nac. N. Inv.: 573. Pintor de la Gigantomaquia de París. Gigante de rodillas se defiende de Dionisos con unamachaira. Bibl.: Boardman, 1975, Fig. 280.2; ARV.2, 417.1 Núm. 13. Cálpide. Proc.: Nola. Dep.: Nápoles, Mus. Nac. N.luv.: 2422 Pintor de Cleofrades, c. 480 a.e. Illiupersis. Muerte de Priamo a manos de Neoptólemo, que le ataca con una machaira. Bibl.: Ducrey, 1985, Figs. 157-159; Boardman, 1975, Fig. 135.; Roux, 1964, p. 36; Furtwangler y Reichold, 1900-1932, Lám. 34; Sandars, 1913, Fig. 18; ARV 2 189.74 (66) Núm. 14. Crátera de Columnas. Proc.: Ruvo. Dep.: Mus. Nacional de Nápoles. N. luv.: 2410. Myson, c. 490-480 a.e. Centauromaquia. Griego derribado por centaura que va a golpearle con una gran roca. El guelTero caído sostiene una machaira. En tomo al origen y procedencia de la falcata ibéJica 493 Bibl. Boardman, 1975, fig. 170; ARV 2, p. 239.18 Núm. 15. Cratera de Cáliz. Proc.: Vulci. Dep.: Mus. Fine Arts, Boston. N.Inv.: 97.368. Pintor de Tyszkiewicz. Diomedes contra Eneas. El troyano, cayendo, blande una machaira. Bibl.: Caskey y Beazley, 1931-1963, Lám. XXXVI, núm. 70.; Boardman, 1975, Fig.186. Núm. 16. Anfora. Proc. ¿Rodas? Dep. Metr. Mus. Art, 06.1021.117 Sin atribución, c. 480-470. Griegos contJa persa barbado, con arco y machaira que alza para golpear. Bibl.: Richtery Hall, 1936, pp. 56-57, núm. 35;Lám. 34; Ducrey, 1985, Fig. 166. Núm. 17. Cílica. Proc.: Italia. Dep. Edinburgo, Royal Scotish Mus. N. Inv.: 1887.213. Pintor de Triptolemos, c. 480-470 a.e. Persa contra hoplita griego. Ambos luchan con machaira. Bibl.: Ducrey, 1985, Fig. 50; Boardman, 1975, Fig. 303.1; ARV 2, 364.46. Núm. 18. Cílica. Proc.: Orvieto; Dep.: Bryn Mawr. N. Inv.: P 218 Pintor de Anfitrite. Amazonomaquia. Amazona derribada, de rodillas, se defiende con un escudo con blasón de serpiente y una machaira. Bibl.: Bothmer, 1957, Lám. 80.5; ARV 2 830.2 Núm. 19. Hidria. Dep.: Brit. Mus. N.Inv.: E 167 Pintor de Leningrado. Heracles contra las amazonas. Amazona derribada por Herac1es, se defiende con una machaira. Bibl.: Bothmer, 1957, Lám. 70.1; ARV 2, 571.77 (63) Núm. 20. Cratera de Volutas. ProC.: Gela. Dep.: Pa1errno. N. Inv.: G 1283. Pintor de las Niobides, c. 460 a.e. Amazonomaquia. Una amazona herida deja caer su machaira de cabeza de pájaro. Otra se defiende alzando su machaira. Una tercera amazona armada de arco y rnachaira se defiende de un hoplita. (Figura 5). Bibl.: Arias y Hinner, 1960,Lám.176;FurtwangleryReichold, 1900-1932; Von Bothmer, 1957, Lám. LXXIV.3; ARV 2,599.2; Roux, Lám. 10.2. Núm. 21. Cratera Dep.: Mus. de Spina. N. Inv.: T 313 Pintor de las Niobides. Artemis derriba a un gigante que blande una rnachaira. Bibl.: Roux, 1964,Lám. 10.1; Alfieri y Arias, Spina, 1958, Lám. 36. Núm. 22. Cratera de Volutas. Proc.: Ruvo. Dep.: Nápoles; N. Inv.: 2421 Pintor de las Niobides. Amazonomaquia Una amazona y un griego enarbolan machairas del mismo tipo. Bibl.: Furtwangler y Reichold, 1900-1932, Lám. 26-28; ARV 2, 600.13; Bothmer, 1957,p.167yLám. 74.4. Núm. 23. Cílica. Proc. Vulvi. Dep.: Munich. N. Inv.: 2689 (J 402) Pintor de Pentesilea, c. 470 a.e. Apol0 ataca al gigante Titio con una machaira. Bibl.: Pfuhl, 1924, Láms. 72-73; Roux, 1964, Lám. 10.3; Arias y Hinner, 1960, Láms. 170-171; ARV 2, 879.2. Núm. 24. Cílica. Dep. Nueva York, Metr. Mus. N.Inv.: 41.162.9 Pintor de Pentesilea. Cazador atacando un jabalí. Machaira dudosa, pudiera ser una espada muy pistiliforrne. 494 Fernando Quesada Sanz BibL: Richter, 1958, Fig. 70 Yp. 98; ARV 2,882.39. Núm. 25. Cratera de Cáliz. Proc.: Bolonia. Dep.: Bolonia. N. Inv.: 289 Pintor cercano al de Pentesilea. c. 460 a.e. Amazonomaquia. Una amazona blande con seguridad una machaira. Un griego lleva lo que pudiera serlo también. Bibl. Furtwanglery Reichold, 1900-1932, Lárn. 75-76; Bothrner, 1957, pp. 16465; Lám. 74.1; ARV 2.891 Núm. 26. Gratera de volutas. Prod.: Numana; Dep.: Nueva York. N. Inv.: 07.286.84. Pintor de los «satiros velludos». Amazonomaquia. Amazona con pelta de mimbre y machaira, caída de rodillas y defendiéndose. Bibl.: Van Bothrner, 1957, Lám. LXXV; Furtwa.l1g1er y Reichold, 1900-1932, Lárn. 117; ARV 2613.1 Núm. 27. Enócoe. Proc.: Gela. Dep.: Boston. N. Inv.: 13191 Pintor de Oúcago, c. 460-450 a.e. Hoplita griego ataca con lanza a un persa barbado con machaira y arco. Bibl.: Caskey y Richter, 1931-1963, Lám. XVIll, núm. 41; ARV 2,631.38 Núm. 28. Oatera de Volutas. Proc.: Spina, Sep. 19C Valle Pega. Dep.: Mus. Ferrara. Pintor de Chicago, c. 450-440 a.e. En la escena menor del cuello, combate entre jinetes e infantes. Uno de ellos, con aspecto de peltasta (sin casco ni escudo) enarbola una machaira. Parece un tracia o un tesalio a juzgar por su aspecto y el de los jinetes de su bando. Bibl.: Alfieri y Arias, 1958, Lám. 51 ypp. 46-47. Núm. 29. Cratera. Proc.: Bimisca, en Noto. Dep.: Siracusa. N.Inv.: 37175 Pintor de Orreo, c. 440-430 a.e. Amazonomaquia. A la izquierda, un hoplita golpea con su machaira. Bibl.: Simon, Hirmery Hirrner, 1981, Fig. 202 Y p. 141. ARV2, 1104.2 Núm. 30. Cratera de campana. Proc.: Spina. Sep. 1052 Valle Trebba. Dep.: Ferrara. Pintor de Aquiles, c. 440 a.e. Amazonomaquia. Amazona Andromaca se defiende de Peritoo con machaira en forma de alfanje. BibL: Alfieri y Arias, 1958, Láms. 54-59 y pp. 48-49. Núm. 31. Hdria. proc.: Spina. Dep.: Ferrara. Mus. Spina;N.Inv. T.271 Pintor de Polignoto, c. 440-430 a.e. Amazonomaquia. Amazona sin aramdura se defiende con machaira. Bibl.: Cuadrado, 1989, Lám. VI.3; ARV 2,1032,63. (7) Núm. 32. Sin identificar. Proc.: Magna Grecia. Dep.: Louvre. Infante ligero armado con machaira y jabalina. Sobre corazón y genitales, sendas cruces gamadas. Bibl.: Dechelette, 1910, p. 435. Núm. 33. Fragmento de escifo. Proc.: Palermo. Dep.: Met:r. Mus. N. York. N.Inv.: 12.235.4. Pintor de Amicos, c. 425.400 a.e. Atenea y Marsias, que sostiene sobre el hombro la machaira con que será desollado. Prado Magna Grecia Bibl.: Roux, 1964, Lám. 11.3 Núm. 34. Cratera apulia de volutas. Dep.: Museo Nacional de Nápoles. N. Inv.: 1423 (3253). Pintor de Daría, C. 350-325 a.e. Dario en Consejo. A su lado, un soldado persa sostiene dos jabalinas y, sobre el hombro, una machaira. Prod. apulia. En tomo al origen y procedencia de la faleara ¡bélica 495 Bibl.: Couissin, 1932, Lám. XXXIV; Richter, 1980, Fig. 480. Núm. 35. Cratera. Proc.: Lipari. Dep.: Cafalú, Mus. Mendralisca. Vendedor de Atún, cortando el pescado con machaira. Fines s. IV a.e. (Figura 7). Bibl.: Bianchi Bandinelli, Giuliano, 1974, Fig. 258 Núm. 36. Cilica. Froc. Ancona. Dep,. Florencia. N.Inv.: 4224 Pintor de Ancona. c. 475-450 a.e. Camicero con machaira que en este caso se representa como un arma de guerra. BibI.: Boardman, 1989, Fig. 78; ARV 1052.29. Núm. 37. Dino. Proc. Agrigento; Dep. Londres. N. Inv. 99.7-21.5 Grupo de Polignoto. 450-420 a.e. Amazonomaquia. Griego en desnudo heroico empuña machaira. Bibl.: Boardman, 1989, Fig. 159.1; Furtwangler y Reichold, 1900-1932, Fig. 58; ARV 1052.29. Núm. 38. Dino, Dep.: Museo de Newcastle. N. Inv. 52. Pintor de Altamura, c. 450 a.e.: Combate heroico (carro). Uno de los combatientes, arrollado por un cano, blande unamachnira. Bibl.: Foster, 1978, 14-15. Núm. 39. Crateradevolutas. Proc. Altamura. Dep.: Londres. N.Inv.: E-469 Pintor de Altamura. c. 450 a.e. Gigantomaquia. Gigante blande machaira contra Atenea. Bibl.: Boardman, 1989, Fig. 10; ARV, 589.1 Núm. 40. Craterade cáliz. Dep.: Basilea. N. Inv.: Ludwig 51. Estilo del pintor de las Niobides. Gigantomaquia. Gigante blande machaira algo dudosa contra Atenea. Bibl.: Boardman 1989, Fig. 9; Beazley, Paralipomena, 3967bis. Núm. 41. Fragmento. Dep.: Col. Calmo N.Inv.: 101. Griego con machaira combate contra peltasta tracio. Bib!.: Best, 1969, Lám. e. frente p. 145. Núm. 42. Enócoe. Proc.: Gela. Dep.: Chicago. N. Inv.: 13.196 Pintor de Clúcago. C. 275-450 a.e. Griego ataca a persa barbudo que lleva arco y machaira. Bibl.: Boardman, 1989, Fig. 29; ARV 631.38. d) Otras representaciones de machairas en artes figurativas Núm. 43. Relieve escultórico. Proc.: Mausoleo de Halicamaso. Dep.: British Museum, Londres. N. Inv.: 1023. Relieve del Mausoleo de Halicamaso, c. 350 a.e. Gliego luchando con amazona, blande una machaira muy clara (Fig. 8). Bibl.: A Catalogue of Sculpture in the Department of Greek & Roman Antiquities in the British Museum, 1, Londres, 1900, pp. 113-114 (sin dibujo ni fotografía). Núm. 44. Relieve escultórico. Frac. Mausoleo de Halicamaso. Dep.: British Museum. Griego luchando con amazona. Empuña una faleara, parcialmente oculta por el penacho del casco. Bibl.: Charbonneaux, MartÚl y Villard, 1971, p. 05, Fig. 214. (Fig. 9). Núm. 45. Mosaico. Proc.: Pella (Macedonia) Mosaico representando la caza del 496 Femando Quesada Sanz león. Uno de los cazadores blande una clara machaira. En otro mosaico, representando la caza del ciervo, aparece también una espada, pero no es machaira, sino recta de hoja pistiliforme. Bibl.: Ph. PETSAS «Mosaics from Pella», en «La Mosaique Oréco-Romaine», Coll.lntem. CNRS, París 1963 (1965), pp. 41-56, Figs. 4 y 7. Núm. 46. Antora-ritón de oro de Panagyurischte. Dep.: Mus. Plodiv (Eulgaria). N. Inv.: 3203. Dos figuras desnudas atacan con machaira en alto a una tercera con xiphos en bajo. Atacan la entrada de un Palacio? donde se esconde un anciano. Al otro lado de la puerta, un joven conversa con un anciano. Encima y debajo de las figuras, friso de palmetas. Inscripción en el cuello que indica el peso del vaso en cifras griegas calculadas en estateras de Lampsaco. Altura 28 cm., peso 1.700 gr. (Figura 11). Cronología: Finales del s. N-principios del III a.e. Bibl.: «Tesoros de las tierras Bulgaras» Catálogo Exposición Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Junio-Julio 1988, p. 92. N9 se ve en la foto la escena que nos interesa. Hind, lO.P. «The scene on the Oold Amphora from Panagyurischte once more» Ancient Bulgaria, 1, 1983, pp. 253-274. Sobre todo, Roux, 1964. En estos dos artículos se recoge la copiosa bibliografía anterior sobre esta pieza y sobre el rico tesoro del que forma parte. La discusión sobre el sentido de la escena representada todavía continúa. Núm. 47. Relieve del Monumento de las Arpías en Xanthos (Licia), ppios. s. V a.e. Dep. British Museum. Un griego lleva al cinto, parcialmente oculta por el cuerpo, lo que sin duda parece una macJuzira (Fig. 10). Bibl.: Sandars (1913) referencia sin figura. Aunque efectivamente este catálogo puede no ser completo, creemos que es una muestra representativa de la realidad total de representaciones griegas de machaira y desde luego más completo y sistemático que cualquier otro publicado hasta ahora. El resumen que presentamos en la figura 12 nos permite darnos cuenta con claridad de varías cosas: Del total de 54 machairas representadas en las 47 piezas catalogadas, vamos a excluir ahora las 5 que son obviamente cuchillos de cocina y no armas, para no falsear los resultados. Si trabajamos sólo con las armas de guerra, vemos que en 24 casos (la mitad) este tipo está en manos de personajes mitológicos como gigantes o amazonas, o en manos de orientales como persas y troyanos. Incluso, si eliminamos el recuento las machairas utilizadas en contexto que no son de combate, la proporción de armas en manos de elementos exóticos sube casi al 60%. Más aún, de los 17 casos en que la machaíra aparece en manos de guerreros griegos, en 14 éstos luchan contra centauros, amazonas, persas o troyanos, y casi nunca aparecen en lucha con otros griegos, lo que resulta muy significativo, aunque no lleguemos a afmnar como hace Roux (vid. supra) que se debe a que en este caso los griegos han recogido armas perdidas por el enemigo. El caso de la imagen n. 32 carece de contexto; el de la núm. 28 no es un hoplita, y parece más bien un peltasta tesalio; el caso En lomo al origcn y procedencia de la falcata ibérica - 497 38 es un combate heroico, y la figura que blande la machaira es un vencido a punto de ser arrollado por un carro. Sólo en 8 casos de 49 la machaira (kopis) aparece en un contexto que no se puede clasiJicar de combate. En tres de ellos aparece como arma de caza (mosaico de la Caza del León de Pella, Hercules contra el León y un caso dudoso de caza del jabalí. La representación de la machaira puede ser meramente por razones de composición o gusto, o tener connotaciones simbólicas, pero desde luego no refleja una práctica real de caza, que normalmente se realizaba con lanzas ojabalinalO3 , o con redes lO4 oceposlO5. Debemos detenemos ahora en el grupo de casos en que podda hallarse un significado simbólico al uso de la machaira: la escena núm. 23 en que Apolo, castiga al gigante Titios; la que muestra a Marsias sosteniendo el cuchillo con que será desollado 106, y la del ámora de oro núm. 46 (Figura 11), si aceptamos la explicación de Roux. A estas escenas podJia añadirse aquella que presenta a Neoptólemo asesinando a Priamo sobre un altar (núm. 13)107. En estos casos quizá la machaira tiene mayor relación con el cuchillo sacrificial homónimo. Este aspecto ha interesado a otros autores aparte de a Roux:, y queda especialmente claro en el estudio que L. Cerchiai ha hecho en fechas relativamente recientes sobre una escena de la «Tamba dei Tori» en Tarquinia ,ü8 . En dicha escena, situada en la cámara de ingreso, se narra la muerte de Troilo a manos de Aquiles. Este aparece representado sin coraza, y blandiendo una machaira, que no es el arma hoplita., sino un cuchillo de sacrificio. Para Cerchiai J09 la utilización de la machaira y no de otro arma trata de dar una tensión especial a la escena: del mundo de la guerra se desliza al sacrificial; dos momentos rígidamente separados del elaborado sistema político de valores se confunden en una transgresión que rompe las reglas del sistema sacrificial a la escena del asesinato. En cualquier caso, el repaso de estas consideraciones nos lleva a la conclusión de que la machaira es conocida por los griegos, y utilizada, pero que está dotada de connotaciones que por un lado la relacionan con el mundo bárbaro (no necesariamente persa) y por otro, yal tiempo, con aspectos sacrificiales. 103. Jenofome. Cilleg. JO.3. 104. lbidem, 2, 4-9. 105. lbidem, 9, 11-19. 106. Roux, op. cil. not.a49, p. 36, nota 24. 107. Roux, jbidem, p. 36. 108. L. Cerchiai, "La Máchaira di Achille: aleuneosselvazioni a proposito della "Tomba dei TOJi»",Allnalj del Seminario di 51l1di del MOlldo Classico, Napoli, 2,1980, pp. 25-39. 109. lbidem, p. 27. Ccrchiai propone paralelos para la escena, por ejemplo unanestóride lucana de Anzi donde se representa la misma escena y donde de nuevo Aquiles empuña una machaira. En la misma dirección se interpreta la aparición de la machaira en la estela de Aula Tito (c. 530 a.c.) o en Wlas lastras arquitectónicas de Murlo de mediados del s. VI. Ante todas estas consideraciones cabe preguntarse si, junto con consideraciones de tipo funcional, la adopción por los iberos de la faleala, y sobre todo su preeminencia numérica y posicional en los ajuares funerarios, no tiene alguna relación con una carga si.mbólica que el tipo de arma pudieratener,nonccesari.amente lamismaqueen el mundo griego o en el eousco,pero emparentada con ellos. Sobre la utilización de la machaira como instrumeuto de carnicero y a la vez sus counolacíones sacrificiales. ver t.ambién Durand, op. cit. nota 100. p. 19 ss. 498 - - - - Fernando Quesada Sanz Ya hemos visto como ni consideraciones tácticas ni otras iconográficas abonan por un origen griego de la falcata, y sí por su consideración como arma exótica con connotaciones especiales. También hemos visto que hay poca o ninguna evidencia que una el origen de la falcata al mundo persa -no así el pomo en forma de cabeza de ave-o A continuación vamos a tocar un tercer aspecto que esperarnos acabará de demostrar el poco arraigo del kopis en el mundo griego: la evidencia arqueológica. 5.3. La evidencia arqueológica En efecto, apenas se conocen ejemplares de machaira en el mundo griego, hay en cualquier caso muchísimos menos que en la P. Ibérica, en Italia o, como veremos, en los Balcanes. La diferencia de ritos funerarios no justifica esta ausencia de armas, puesto que otros tipos (cascos, corazas, escudos, lanzas, espadas rectas) tienen una representación arqueológica a menudo copiosa. , En catálogo de las piezas que nosotros conocemos es el siguiente, incluyendo antecedentes lejanos que no se pueden considerar machairas en sentido estricto pero que incluimos dentro de nuestra revisión sobre el posible origen griego del arma. a). Micenas: Halladas por Schliemann llo Círculo A, Sep. IV, 46 espadas de Bronce. De ellas, 10 eran piezas peculiares de un solo filo, más pequeñas que las normales pero incluso así de una longitud en tomo a los 65-75 cm (Figura 13.1 y 13.2). Las empuñaduras son demasiado gruesas como para necesitar cachas de material orgánico, y terminan en un anillo hueco. Burton 111, dentro de su hipótesis egiptianizante, consideró que tenían antecedentes egipcios. Schliemann consideró que más que espadas eran, en sentido estricto, cuchillos largos, y teniendo en cuenta las espadas con que se asocian, coincidimos plenamente. Si las citamos aquí, pese a que difícihnente pueden considerarse paralelos o antecedentes directos de la machaira, con la que sólo coinciden en la idea general, es porque un ejemplar idéntico pero en escala reducida (mide 22 cm ver Fig. 13.3) apareció en Olinto en un contexto muchos siglos posterior ll2 , y porque Remouchamps incluyó el tipo alIado de la machaira en su u'abajo sobre las espadas griegas I 13. 110, H. SchJiemann, Mycenoe, 1878, p. 279. 111. BUlton, op. cit. nota 68, p. 230. 112. D.M. Robmson,Excavalionsar Olynthus. X, 1941,pl. Cll. núm. 1.605. 113. A.E. Remouchamps, Griech/sche Dolch und-Schwerif"ormen, Oudheidkundige Mededeelingen uit Rijksmuseum van Oudheden le Leiden, 7,1926,21 ss. Dísñngue 18 tipos, La machaira es el 17 y el cuchillo curvo Lipa Micenas el 18. Para la macha/m da una eronología de 600-400 a.e., hoy superada por ambos extremos. Para el tipo 18, annque reconoce el paralelo micénico (p. 64), da un margen cronológico de 530-470. Es para él la verdadera machaira. En tomo al origen y procedencia de la faleata ibérica 499 b). Armas de un solofilohastafinales deis. VII a. C. Se trata de un conjunto de piezas sobre el que ni siquiera es claro que fueran armas de guerra en lugar de cuchillos largos, sobre todo juzgando los tipos de espadas con las que conviven en el tiempo. Snodgrass realizó un catálogo de estas armas, c1asrncadas en su tipo II al que remitimos 114. Aquí recordaremos que recoge sólo siete piezas, dos de ellas de Halos, en Tesalia (Hg. 13.6 Y 13.7 Y14a); una de Chauchitza, en Macedonia (Fig. 14.b), Y dos de Fortetsa en Creta, una de Arkades en Afrari (Creta) y una de Olímpia. Una de ellas es los suficientemente parecida a un kopis como para que Snodgrass se pregunte si no podría ser un prototipo l15. Posteriormente al libro de Snodgrass se publicó el de M. Andronicos sobre Vergina" 6 , quien agrupa bajo el término machaira un conjunto de cuchillos cortos de hasta 15 cm y un lote de 7 piezas mayores de hasta 40 cm de hoja (Figs. 13.10, 11, 12). Según Andronicos, este segundo tipo es por su contexto guerrero claramente un arma 117. La fecha de estas sepulturas oscila entre fmales del s. XI y el s. VIll a.c., pero a diferencia de los casos anteriores las annas son todavía de bronce.. e). Machairas a partir del s. VI (Fig.14): Son escasísimas las machairas del tipo de las representadas en los vasos. 1-Beyrakli (Fig. 13.5). Hallada en 1949 en un túmulo en la ladera del monte Sophylos en Turquía, asociada a escifos lidios fechables en tomo al 575-550 a.e. (?) Conservada en el Museo de Izmir (Turquía)118. Tiene la empuñadura maciza en forma de bola y espiral, al estilo de las representadas en los vasos cerámicos. 2, 9, 12, 14, etc. Mide en tomo a los 60 cm de longitud. 2-Dodona, (Fig. 13.13) Museo de Atenas, Col. CarapanoslJ 9 . Asociada a elementos del s. IV a.e. Pieza magnífica, de más de 80 cm de longitud, apareció doblada en una sepultura. Cabeza de ave, cisne o cigueña más que rapaz, con un pico muy largo que actúa de guarda para los nudillos. 3-Dodonal2O . (Hg. 13.8) El excavador añade en su discusión sobre las armas que Epiro limita con tierras bárbaras, con ilirios, dálmatas, etc... y que ello explica la presencia de annas extrañas y de técnica basta entre otras griegas más perfeccionadas. Sin embargo, no coloca el kopis entre esas armas extranjeras, al considerar que la pieza anterior es de manufactura demasiado perfeccionada. Creemos que Carapanos estuvo muy cerca de dar con el lugar verdadero de origen de la machaira. 114. A. Snodgrass, op. citnola 88, p. 100. 115. lbidem, p. 100-101. 116. M. Androuicos, op. cit. nota 87. ) 17. lbidem, p. 266. 118. Ver Cuadrado, op. cil nota 32, Fig. 23.5 Yp. 37. [[9. Sandars, op. cit. nota 16. Fig. 17k, p. 32. Carapanos, C. Dodone el ses ruines, 1878, p. 238. 120. Carapanos, op. cil. nota [[9, fig. LVIl.5, y p. 238. 500 Fem3ndo QuesadaSanz 4-Prodromi (al sur de Paramytlüa, en Thesprotia, Epiro) (Figura 13.4). Encontrada en 1978 121 , se halló una incineración dentro de un cálpide, a su vez en una fosa cubierta de lajas de piedra. La tumba contenía un rico ajuar metálico, entre el cual dos cascos de bronce, una coraza y una gran machaira de hierro, de cerca de un metro de longitud y cabeza de ave con pico largo y levemente curvado. En el túmulo B se halló una simple inhumación. Puesto que las tumbas no forman parte de necrópolis ni se encuentran cerca de poblado alguno, los excavadores interpretaron el enterramiento como el de un jefe caído en combate y entenado en el sitio. La sepultura se ha datado en el primer cuarto del s. IV (cuando ya en la P. Ibérica hace al menos medio siglo que hay falcatas). 5- Burton cita, hablando de kopides dos hojas griegas de espada, una de ellas de hasta 115 cm de longitud, pero la descripción que hace de una de ellas no cuadra con una machaira 123 • Junto con estas cinco (quizá seis) espadas, hay otros casos en que se ha considerado como kopides griegos a ejemplares que o no son kopis o no son griegos. En el primer supuesto entra la espada de Olinto que cita Snodgrass l24 , que en realidad es una pieza de doble filo y hoja ancha 125 • En cambio, una hoja no citada por Snodgrass pero mucho más parecida por su forma a la de un kopis aparece en la misma publicación de OOOto 126 , aunque por su pequeño tamaño (30 cm) no puede en modo alguno considerarse un arma y por tanto no la catalogamos como tal (Figura 13 .9). En el segundo supuesto incluirnos una serie de piezas que aparecen como griegas en monografías sobre la guerra en Grecia, pero que en realidad son faleatas puramente ibéricas conservadas en el British Museum. La inclusión de estas armas en un catálogo de kopides griegos casi duplicaría su número, y por ello conviene recalcar su tipología y procedencia ibéricas!27. De inmediato se observa que el número de armas conocidas es extremadamente escaso, y además que los pocos ejemplares que se conocen proceden, ya desde el principio, de zonas periféricas al mundo gliego propiamente dicho, y en su mayoría de la tierra de la caballería, Epiro y Tesalia (Figura 14, a-d y 1-4): en época anterior a fines del s. vn, dos ejemplares proceden de Tesalia, ocho de Macedonia (incluyendo siete piezas de Vergina), tres de Creta y sólo uno de Olimpia. Si nos fijamos en las armas posteriores, desde p1incipios del s. VI, observamos que 3 proceden de Epiro, 1 de Macedonia, y 1 de Turquía, además de una pieza del s. IV que procede de Tracia y que 121. A. Cnoremis, «Metallic armour from a 10mb al Prodromi in Thesprotia» Arhens Afma/s ofArchae%gy XlII. [980 (en griego con resumen en inglés); también. Cboremis, en Archaiologikon DeIlion, 33,1978, Lám. 99, bela. (en griego). 123. Burton, op. cit. nota 68, p. 236, Armeria Real de Turín, Secc. Beaumont. 124. Snodgrass, op. cit. nota 88, p, 102. J25. Robinson,op. cit. no la 112. pI. CI, num, 1598. 126. lbidem, Lám. Cl, núm, 1600. 127. Couissin, op. cil nora 70, Lám. XV.!.; Snodgrass, op. cil. nota 88, Fig. 50; Ducrey, op. cil. nota 100, p. 91, Fig. 61. Esla pieza, depositada en el Brilish Museum, N.1nv. 90.8.10.2 es de hieno, no de bronce como indica Ducrey, error que se debe a una equivocación en las fichas de inventario del British Museum, donde pudimos est.udiaresla y olras piezas procedentes de Almed.injlla (Córdoba) y Tozar (Granada). En lomo al origen y procedencia de la faleara ibérica --- 501 estucliaremos al hablar de los Balcanes. Esta dispersión deberia haber obligado hace mucho a los investigadores a mirar no hacia Oriente, sino hacia el Norte. Esto, inexplicablemente, no se ha hecho, yes lo que vamos a intentar en este artículo más adelante. 6. La Machaira en la Península Itálica A continuación vamos a examinar la evidencia sobre la machaira (entenclida como kopis, como espada de guerra), en la P. Itálica. 6.1. La iconografía Las representaciones de este tipo de arma son bastante más numerosas en Italia que en Grecia, y a esto debemos añadir que la inmensa mayoría de los vasos de figuras rojas que hemos citado antes proceden de yacimientos itálicos, lo que inevitablemente nos lleva a preguntamos sobre el grado en que los pintores áticos podían adaptar sus temas, o al menos los detaIles de armamento, al gusto de los potenciales consumidores, en este caso itálicos; porque, como vamos a ver, la evidencia existente indica que el kopis es un arma mucho más popular en Italia que en la propia Grecia. Más aún, los ejemplares itálicos son como mínimo tan antiguos, si no más, que los griegos. Núm. 1. Relieves arquitectónicos en terracotta del palacio etmsco orientalizante de MurIa (Poggio Civitate) 128, de mediados del VII al 525 a.c. En uno de ellos se representa una serie de Dioses, de derecha a izquierda un «Zeus», «Atenea» y «Hera»; luego «Persefone», «Hades» y «Demeter». La figura que ToreLli interpreta como Atenea sostiene una lanza y una machaira, que es en este contexto un arma -¿con otras connotaciones, saclificiales tal vez?-. La forma en que la coge por el aIranque de la hoja (Figura 15) pennite distinguir la fOlma de la empuñadura, como ocurría (y el paralelo es interesante) en el alabastron protocorintio de Siracusa (Cat. Grecia, núm. 1). Independientemente de que pueda existir una intención concreta (por ejemplo, no ocultar una parte importante de la realidad del objeto), esta fonna de coger el arma es posible en los ejemplares etruscos que hemos estudiado personalmente, porque en los mismos la parte del filo más cercana a la empuñadura está matada. Dicho de otra forma, las espadas etruscas sólo tienen fIlo en la mitad distal de la parte sinuosa de la hoja. En cambio, las armas ibéricas no sólo tienen casi siempre fIlo corto en el dorso, sino que el filo principal llega hasta la empuñadura. Núm. 2. Estela de Aula Tito J29 . Dep.: Museo de Volterra. (Figura 16) Fechada en 128. M. Torelli,Ell'uria, Roma-Bari. 1985, pp. 265-268, 129. O. MomeliusLaCil'ilisariollPrimiJil'e en flaliedepuis l' inlmduclion des mélam.Esrocolmo, 1985-1910, Vol Ir. Lám. 171.2. 502 - - - - - - - - - - - - - Femando Quesada Sauz la mitad del s. VI a.e. El guerrero representado lleva al cinto, bien visible, Wla espada envainada que, por la forma de la vaina y sobre todo por la parte visible de la empwladura, debe ser una machaira, aunque representada extremadamente corta para lo que eran en realidad estas espadas (vid. infra), debido al marco. Núm. 3. Estela de Larthi Atharnies. Pomarance. Dep. Museo de Florencia130 Fechada en la primera mitad del s. VI (aunque Pansieri et al. den una fecha del s. VII a.e. El difunto representado lleva un kopis desenvainado, en posición vertical para adoptar la composición al espacio disponible. Núm. 4. Revestimientos en terracotta del santuario de Pyrgi 131. Uno de los fragmentos conservados presenta una mano que sostiene la empuñadura de lo que indudablemente es un kopis. Se trata posiblemente de la mano de Capaneo, en la escena del frontón del Templo A. Núm. Inv.: 13.900. Datado en tomo al 490-455 a.e. m . Núm. S. Ya de un período muy posterior (s. TI a.e.) es el relieve situado sobre el frontón de acceso a la cámara interior de la Tumba de los Volumni l33 , en Perusa, donde en relieve se representan, a los lados de un clipeo con la cabeza de Nedusa, dos machairas sobre cuya empuñadura reposan dos aves l34 . Núm. 8. En la «Tumba de los Relieves» de Cerveteri 135 encontrarnos, tallada sobre uno de los pilares, una pieza que ha sido frecuentemente citada como paralelo para los kopides y falcatas, a nuestro juicio erróneamente. A lo largo de todo este tratado hemos tratado de distinguir con claridad entre los cuchillos de uso doméstico y los sables de guerra. El ejemplar de la Tumba de los Relieves es sin duda alguna un utensilio doméstico, por su forma y tamaño y por el contexto en que se coloca, lejos del friso de armas y entre otros utensilios. Esa es la razón de que ni siquiera Cristofani haya tenido en cuenta este cuchillo en su estudio de las armas representadas en la tumba. Por otro lado, esta tumba es tardía, datable en tomo al s. ID, y por tanto las piezas que aquí aparezcan no son relevantes a nuestro estudio sobre el origen del tipo. Núm. 9. Sarcófago de Sperandio (Figura 17). Procedente de Chiusi, necrópolis de Sperandio. Depositado en el Museo de Perusa, N. Inv.: 340. Hallado en 1844 o antes. Tumba con casco de tipo Montefortino. Datación incierta, no debe ser anterior al s. IV a.e. Clasificado como e.I.1 por Jannot en su estudio sobre los relieves arcaicos de Chiusi (Roma 1984). Un grupo de personajes armados con armas ofensivas pero no defensivas conduce prisioneros, millas cargadas y otros animales. Uno de ellos lleva Wla 130. Panseri, c.; Garino, c.; Leoni. M. "La tecnica di fabbricazione delle lame di accaio presso gli Antichi.» Centro perla StoriodelleMetollurgia,lI,MiIÓn.X CongressoNazionale AIM., Roma (7-JO Octubre /955), QadernoII; Fíg.13.p.20. 131. G. Colonna, «Pyrgi. Scavi del Santuario Etrusco (1959-1967).1 rivestimentifillili di etó IOrdo-arcaica.», Not Scavi, 1970, serie VID, vol.XXJV, llSuppl. Pago 67, Fig. 42. 132. Torelli, op. cir. nota 128, pp. 96-106 Yespecialmeute p. 103. 133. Ver B. BandineJli y Giuliano, op. cit. nota lOO, p. 362, Fig.4lO. 134. El simbolismo funerario de las aves sobre las espadas no puede menos qne recordamos la representación de un ave en la hoja de una de las falcatas de A1medinilJa conservada en el MAN (ver op. cit. nota 25). 135. Blanck, H. yProietti, G.;La tamba dei Ri/jevi di Cerveteri, Roma, 1986, ver sobre todo Láms. XXb y XIb. También M. Cristofani, «II fregio d'armi della Tomba Giglioli di Tarquirria» , Dialoghi di Archeoiogia, 1.1, 1967, no estudia la pieza entre las espadas, que son lodas rectas y cortas. En tomo al origen y procedencia de la falcata ¡bélica 503 machaira. Suele interpretarse la escena como el regreso de una expedición guerrera con botín y prisioneros. Núm. 10. Base de Chiusi (Figura 18). Depositado en el British Museum, Londres, D15. TipoD17 de la clasificación de Jannot (1984). En uno de los relieves del cipo cuadrangular cuatro hombres armados marchan a la izquierda. La mano derecha levantada con la palma abierta, a la altura de la cabeza. Dos de las figuras llevan en la izquierda, desenvainadas machairas, que cogen no por la empuñadura sino por la base de la hoja, como en el panel de MurIa (Fig. 15). Es evidente que el sentido de la escena no es de combate. Quizá pueda fecharse la base en la segunda mitad del s. VI a.e. Núm. 11. Cipo cónico con relieves procedente de Chiusi, depositado en el Museo Barracco de Roma (n. 202). Clasificado por Jannot (1984) como DID6. Escenas de armamento y combate de guerreros. En una cara, un hoplita se arma mientras a su izquierda le observa una figura vestida con túnica que en su derecha sostiene una machail'a, no empuñada sino agarrada por la hoja, como en casos anteriores. Quizá se pueda fechar el cipo a principios del s. V a.C (Jannot, 1984). 6.2. Restos arqueológicos Entre el conjunto de armas y grandes cuchillos de la P. Itálica existe amplio campo para la confusión, que se ha materializado -especialmente en publicaciones antiguas- en una mezcla de conceptos entre lo que es un cuchillo y lo que es una espada, y por consiguiente en una mezcla en las citas de paralelos, lo que ha provocado que a menudo entren en el mismo saco cuchillos de dorso recto con empuñadura recta de material orgánico, cuchillos de dorso acodado, espadas de un empuñadura similar a la del kopis pero sin su tamaño, etc. Esto significa que no se pueden seguir las listas de paralelos proporcionadas por diversos investigadores sin comprobar previamente a qué tipo concreto pertenece a cada uno. Por todo ello, nosotros vamos aqui a clasificar algunos ejemplares representativos de los tipos principales, para luego centrarnos en un catálogo de las espadas de guerra similares a la falcata ibérica, de las que hemos procurado realizar un catálogo lo más completo posible. 6.2.a. Los precedentes. Espadas de tipo «ilirio» o «Novilara» de dorso acodado Se trata de un tipo de armas característico por el dorso acodado en el punto de unión de la empuñadura con la hoja, que aparecen sobre todo en la costa adriática de Italia, en el Piceno. Su centro de origen parece estar, a partir de prototipos anteriores de cuchillos, en la zona iliria, y en el apartado correspondiente serán estudiados con más detalle (vid. infra.). Basta decir aquí que son probablemente el precedente de los grandes sables posteriores. 504 _ Femando Quesada Sanz Los ejemplares que han dado un nombre al tipo proceden de Novilara, donde aparecieron bastantes ejemplares de este tipo, de entre 30 y 40 cm de longitud, en el Sepolcretto Selvicíl 36 • Los ejemplares más antiguos datan de la primera mitad del s. VII y quizá antes 137 , perdurando hasta mediados del s. VI a.e. Además de en Novilara, se conocen piezas de este tipo procedentes de Ancona. San Severino y Verucchio, de la misma zona. No deja de ser notable que tipos similares acodados aparezcan en las zonas campana y apu1ia, como ha recogido Stary bajo el epígrafe de «Espadas campanas en fonna de hoz». 6.2.b. Cuchillos característicos de las culturas de Este y Golaseca Se trata de cuchillos de un solo filo que en modo alguno deben ser considerados como armas, y tampoco utilizados como paralelos para la machaira ni, a nuestro modo de ver, como antecedentes, aunque por su dorso acodado puedan estar en relación con los tipos primitivos del grupo anterior de espadas. Según FR. Ridgway 138, los ejemplares más antiguos de la Cultura de Este (con empuñadura unitaria a la hoja) y de Golasecca (con espiga para cachas de madera o hueso), en la zona de Venecia, podrían datarse en tomo al 800 a.C., perdurando hasta [males del s. VI al menos, con tipos que recuerdan a kopides en míníatura, evolucionados quizá en paralelo y con relación, pero no de tipo genésico. 139 6.2.c. Grandes cuchillos con empuíiadura en «C» del Lacio Se trata de (Fig. 19) cuchillos, a veces de gran tamaño (hasta 52 cm de longitud, como algunas falcatas ibéricas), caracterizadas por una empuñadura similar a la de la falcata, en fonna de C, pero cuadrangular y no redondeada. Frecuentemente la empuñadura tiene soldada una anilla, como en cuchillos de cocína posteriores. La hoja, de un solo filo ondulado, tiene un fuerte resalte en el dorso y a menudo aparece decorada. Muchos ejemplares son de bronce, y deben tener uso religioso, por ejemplo en sacrificios l40 . A menudo han sido utilizados como paralelos o antecesores del kopis. No son 136. E. Brizio, «La Necropoli de Novilara», Monumcnti Anticltípublícati per cura della Reale Academia dei Lincei, V, 1895, pp. 84-464. Por ejemplo, Fig. 50. L37. P.F. Slary, 2ur EiSCl!Zeitlicltetl Bewaffnutlg ItrJd Kamp{esweise itl Mitteliralien, 1981, Beilage 7 -8. Ver tb. Montelius, ap. cÍ!. nota 129, Láms. 146.6,7.8. 138. F.R. Ridgway, «The Este and Golaseca Cultures: A Chronological Guide.», en D. y F. Ridgway, ltay b~{orc lite Romatls, London, 1979, pp. 419-487. Estos cuchillos pueden aparecer en Haba Meridional también (cfra. Bruno d' Agostino, en Moli no della Badia, Sep. 6; Popoli e Cil'l/tá del!' Italia Antica voL 2, Roma 1974, Tav. 24. 139. lbidem, Fig. 45, fase Golaseeca lIb. [40. Ver: Nllove scoperle e acqnisiúoni nell'Etmria Meridiotla/e », Presentazione de M. Moretti, Roma, 1975. p. 187, n. 10. Tb. M. Pallotino el al, JI Museo Naúonalc Etrusco di Villa Giulia, Roma, 1980, p. 227, n, 307, s. Vl-V a.e. (CoL Pesciorri, macltaira de bronce, N. lnv. 74.908 VG, Bronce, patina verde oscuro). En ninguno de los easos se dibuja ni describe la decoración que nosorros descubrimos cuando volvimos a examina.r la pieza. También VV.AA. Oviltó dellazio Primitiva, En tomo al origen y procedencia de la falcata ibérica SOS antecesores porque conviven en el tiempo, y su paralelismo empieza y acaba en la forma general de la empuñadura y en la existencia de un solo filo. Su área de dispersión es sobre todo Lacial, yen cualquier caso, al Oeste de los Apeninos, al contn1l10 de lo que acunia con las espadas de dorso acodado de Novilara. Aunque cabría en teoría hacer derivar de este tipo los grandes kopides de guerra, ello obligaria a dos corolarios que consideramos inaceptables: que las armas del Piceno procedan de Etmria y no al revés, como parece por la densidad de distribución y por la cronología; y que las piezas balcánicas antiguas aparezcan bien por influencia itálicalo que exige forzar las cronologías hasta extremos imposibles- o bien que sean un desarrollo independiente, lo que no nos parece probable a juzgar por las grandes similitudes, incluso de detalle, entre los dos grupos. Más adelante, al hablar de la evidencia balcárúca, insistiremos sobre este punto. 6.2.d. Cuchillos de un solo filo de dorso recto En sus diversas variantes, se trata de un grupo de armas, la mayoría con espiga para añadir cachas de material orgánico en la empuñadura, que aparecen en el Lacio y al Sur de los Alpes '4 !, pero también en la costa adriática, asociadas a las armas de tipo «Novilara» 142 . 6.2.e. Cuchillos tardíos de cocina de un solofilo y dorso recto Separamos del grupo anterior un tipo de cuchillos que aparecen en algunas necrópolis tardías como la de La Peschiera en Todi (Figura 20), piezas suficientemente tardías como para no tener nada que ver con el kopis, y que tienen sus paralelos en los vasos de la Magna Grecia que presentan escenas de carnicelia o pescadería. Miden incluyendo el mango en tomo a los 30 cm, y se fechan entre los siglos V-ID a.C. 143 6.2.1. Verdaderos sables de guerra. Machaira/kopis Recogemos aquí un catálogo lo más completo posible de los sables, similares a nuestras falearas pero en general de mucho mayor tamaño, encontrados en Italia, ordeRoma, 1976. Tav. LIX, n. 12. Castel di Decima. tumha cxxxn (cal. 80),214 s. VIl!. También Civillá del Lacio Primitivo. Caracupa. Sennoneta, tumba XCI (cal. 121) pp. 361-62,4/4 s. VlII. Ver distribución de hallazgos en Stary, op. cit.nOla 137, Kalte 29, y p. 447. 14 L Stary, op. cit. nota 137, ](a¡te 27. 142. Brizio, 0[>. cit. nota 136, Tav. XIV.6. Sep. 101, en hielTo. Este caso es característico de la confusión a que ames aludíamos, pues Brizio (p. 228) ve en es¡a picza una machaira como la del vaso de Cleofrades en Nápoles (núm. 13 de nuestro catálogo) y cita como paralelos a verdaderas kopides de Osimo o Tolentino, lo que no son en modo alguno, por su mucho menor tamaño y por la ausencia de empuñadura en "e», curvada para fonnar la guarda y solidaria a la hoja. 143. Todi: M. Bendinelh, «Tomba con vasi e bronzi del V secolo a.e. scoperla nella necropoli di Todi>J. Mon. Ant. Reale Accademiadei Lincei,XXJ.V. 1916, p. 841-914, p. 860 yFig. 15. 506 - - - - - - - - Fernando Quesada Sanz nados aproximadamente por su distribución geográfica, de Este a Oeste y de Norte a Sur. Los números entre paréntesis se refieren a la figura 14. 1 (6). Rimini, Covignano. l44 . Hallada en 1966, en una fosa con una inhumación en decúbito supino, con varias armas (cinco puntas de lanza y la machaira). Rota en fragmentos, falta el extremo de la punta. Debió medir entre 85 y 90 cm. Datable en el s. V a.e. El autor diferencia claramente el tipo de las cortas falcatas ibéricas, de los tipos acodados ilirios y los utensilios domésticos. Es que separnos el kopis más septentrional de Italia, porque Eles Masi !45 señala que en Romaña este tipo aparece sólo en Covignano. 2 (7). Sirolo. Pieza citada por Zuffa l46 , que no conocemos, pero que recogemos por la claridad de ideas mostrada por este autor al discutir la espada de Rúnini. 3 (8). Pianello Di Castelbellino, Piceno. No conocemos la pieza, pero seguimos la distribución de Lollini147, puesto que todos los ejemplares que cita y que nosotros conocemos por dibujo o personalmente entran dentro del tipo que tratamos. 4 (9). Serra de San Quirico (Piceno)l48 5 (lO). Treia (piceno)J49 6 (11). Filottrano (Piceno))50 7 (12). Gallignano (piceno)!5! 8 (13). Osimo (Piceno)152 Inhumaciones datables en el s. V a.e.: 3 lanzas y dos «espadones». AlIado de los esqueletos, como si los empuñaran. Falta la punta y parte de la empuñadura. Longitud conse.rvada: 75 cm. 9 (14). Osirnol 53 . Casi entero. Longitud conseLvada: 88 cm. Debía medir en tomo a los 90 cm. Restos de madera en las cachas. 10 (15). Camerarno (Piceno), Sep. 90. 154 11 (16). Carnerano (Piceno), Sep. 100155 . Inhumación. Asociada a Figuras Rojas. Fase Piceno V (c. 475-400 a.e.) Figura 22.1 12 (17). Numana, Necr. Quagliotti, Sep. 22. Fase Piceno IV B de Lollini l56 , e. 525-475 a.e. Figura 22.2 13 (18). Verueehio (Prov. Forli)157 144. M. Zuffa, «Nuovi dati per la protosloría della Romagna Orientale» Alli e !v1emorie della Deputaziolle di Sloréa Pan'ía per la provínee di Rnmagna, XX, 1969, Bolonia 1970, pp. 99-124. 145. P. Eles Masi, (ed.),LaRnmagna Ira VI e IV seeola a.C.. Bolonia, 1981, p. 379. 146. Zufa, op. cit. nota 144. 147. D.L. Lolljni, «La eívillá Pieena», Popali e Civílto. delI'Ilalía Antica vol. V, 1976, p. 171. I48)Lolljni,Ibédem, p. 171. 149. Ibídem. 150. Ibídem. 151. Ibídem. 152. Brizio, E. «Osimo. Scopelte di Antichi SepoJcri. Piceno.» No/. Seavi, 189 J, p. 282. 153. Ibidem. 154. Lollini,ap. crt.nola 147. 155. Lollini,op. cit., fig. 21, stary, np. cit. nola 137,p.448,núm.17. 156. LoUini; op. cit. nota J47, fig. 20; p. 150-151. En esta fase el anna característica es precisamente el kopis. Sta)')', op. cit. nota 137, Lám. 8.14, s. V1a.c.; p. 448, núm. 16; V. Cianfarani,Cufture AdriatieheD'Ilalie, 1970, p. 176 (reL). 157. Cianfarani, ap. eit, nota 156,p. 176; Stary,op, eil. nota 137,p. 448,núm. 5. En tomo al origen y procedencia de la falcata ibélica 507 14 (19). Tolentino (Prov. Macerato). Necrópolis de Sette Dolori, Sep. A. Inhumación. Sable, lanza, Aes rude, enocoe Barrúz Negro, dos vasos de Figuras rojas. Segunda mitad s. V. Longitud conservada: 75 cm. Longitud de la hoja: 68 Cm. J58 Figura 22.3 15 (20). Chigiano (S. Severino). Colecc. particular Dr. Pascucci. Pieza citada por Briziat 59. Longitud: 93 cm. 16 (21). Gualdo Tadino. Necr. Malpasso. M.Y. Giulia, 44.400. Inédita salvo alguna referencia 160. Fig. 21.1 17 (22). Gualdo Tadino. Necr. Malpasso. M.V. Giulia, 43.678. Inédita salvo alguna referencia J61 . Fig. 21.2 18 (23). Perugia. Tumba de cámara. Longitud conservada, 76,5 cm. 162 . Figura 22.10 19 (24). Perugia. Tumba de cámara. Longitud conservada, 59 cm. 163 Doblada en ángulo recto. Fig. 22.6 20 (25). Todi. Longitud conservada 50 cm.; sin empuñadura y rota en la punta. s. V a.C. IM . Fig. 21.3 21 (26). Populonia. Mus. Arq. Florencia. Núm. Inv. 81.920. Necr. Poden; de San Cerbone, tumba de cámara. StaIy la fecha en el s. VI; Panseri en el VII, y Minto en el V a.C. Debe ser del s. VI a.C.165. Fig. 22.4. 22 (27). Vetulonia. Mus. Arq. Florencia. Hoja de 59 cm. longitud.166. Fig. 22.9 23 (28). Vulci. 167 24 (29). Cerveteri, Necr. Banditaccia. Sep. 425, de cámara. N. Inv. 47.402 (177). «Espada en forma de cimitarra, alargada hacia la extremidad y con empuñadura de lámina arqueada sobre los que quedan restos de los clavos que fijaban las cachas de madera. Muy oxidada y fragmentada. Longitud conservada: 72 Cm.»168. Da como paralelo 158. Montelius, op. cit. uOla 129. Lám. 157.9; tb. Gentiloni, A.S. «Necropoli dell'etá del felTo a Tolentino.» Bullettino di Paletllologia Italiana, VI, 1880,pp. 155-165, Fig. X.II. 159. Brizio, op. cil. nota 136, p. 229, nota de pie de página. 160. M. Moreni, 1I Museo Naziollale di Villa Giulia, Roma 1962, p. 337; Sta/y, oj). cit. nota 137, p. 448, núm. 8. 161. Moretti,op. cit. nota 160. 162. F. Messerschmidt, «Inedita Etnuiae», Studi Efruschi, VI, 1932, pp. 509-525. Ver Lám. XXVIII, rr.3a y p. 518. 163. lbidem,Uun. XXV,1.6yp. 512.. 164. BendineIli, G. «Tomba con vasi e bronzi del V secolo a.e. Scoperta nella Necropoli di Todi», Mon. Ant. Reale Academia dei Lillcei, XXIV, 1916, pp. 841-914. Verp. 859, fig. 14,n. XXIIl. TambienStmy, op. cir.nota 137, p. 448, núm. 9. 165. LA Milani, «Regione VII (Etruria). Campliglia Malittima. Deggli Oggetti scoperti negli scavi cIandeslini di Populonia», No/. Scavi, 1905,54-70 p. 60; A. Minto, Populonia. Florencia, 1943. Lám. LX.3, p. 206; P.F. Stary, «Foreign Elements in EtlUsean Arms and Almour, 8th to 3rd centuries BC», Proceediflgs ol/he Prehistoric Society, 45,1979, Fig. 4.5 ... s. VI a.e. P.F. Stmy, op. cit. nota 137. Beilage 2.11; p. 448, núm. J4; Pan~eri, C.; Galino, e.; Leoni, M. «La tecnica di Fabbricazione delle lame di accaío presso gli Antíchi.» Centro per la Storia delle Me/allurgia, JJ, Milml. X Congresso Naziollale ALM., Roma (7-10 Oc/ubre 1955), Qaderno ll. 166. Leoni. M.; Panserí, C. «La tecllologia del Ferro p,-esso gli Etruschi>!, Sludi Etruschi, XXIX, 1961,235-243, tav. XXXIV; Panseri. Garino y Leoni. op. cit. nota 165, pp. 19 ss. y Figs. 11-12. 167. Lollini,op.cit.nota 147,p. 171. 168. G. Ricci, «NecropoJi della Banditaccia. ZonaA«deJReeinto».» MonwnenriA/ltichi..Acad. Naz. Liflcei. XLII, 1955,p. 978. 508 - - - - - - - - - - Fernando Quesada Sanz la tumba de los Volumni en Perugia. Debe ser con seguridad una nw.chaira. No hay dibujo. Asociada a vasos de figuras negras y rojas. Siglo Va.e. 25 (30). Capena. Tumba LXIX 169. Un solo ejemplar en toda la necrópolis de San Martina. Fig. 22.8. . 26 (31). Bomarzo. Inédita, Museo Gregoriano Etrusco del Vaticano, N. 12.327. Fig.21.4 27 (32). Palestrina (Roma) 170. Longitud: 110 cm procede, sin más contexto, de la colección Barberini. Fig. 22.11. 28 (33). Lanuvio (Lacio). Sepultura de inhumación de la plimera mitad del s. V a. e., con casco, coraza de bronce, lanza, disco de bronce, estrigile, bocado de caballo, hacha y machaira muy larga y estrecha de 82 cm de longitud y 6,5 cm de anchura máxima de la hoja. Cachas de madera con trozos conservados, todo dentro de un sarcófago monolítico de 2,21 m de longitud 171 29 (34). Santa Maria de Anglona (Apulia). Santuario de Demeter, s. N a.e. m . Fig.22.7. 30 (35). Paterno (Sicilia). Sepultura IX. Longitud 45 cm; Longitud de la Hoja, 32 cm. Finales del s. VI a.e. (asociada a un lécito de Figuras Negras tardío). La empuñadura, tal y como aparece fotografiada, no pertenece a la pieza. Tipo distinto a las anteriores, más corta. El ambiente es más griego que etrusco. m 31 (36). Chíaromonte. Sepultura 68 de inhumación. 174 Lg. apróx. 65 cm. 32 (37). Pontecagnano. J75 33 (38). Bisaccia, Sep. inhumación. Sobre el torso. Sep. 59. 34 (39). S. Valentino Torio, Sep. 123. 6.3. La machaira en Italia y Grecia Sobre este catálogo iconográfico y de piezas podemos realizar una serie de consideraciones. En primer lugar hay que reseñar que el número de piezas hallado en Italia es siete veces superior al conocido en Grecia (34 frente a 5). Aunque es posible que la 169. R. Paribeni, «necropoli del territorio capenale». MOl1umenlO Anlichi pubblicati pe/' cura del/a Reale Academia de; Lincei.», XVI, I906.p. 404-6. Pig. 29. Tb. Slary. op. cil. nota 137, p.448, nÍlm. 15. 170. R. Garrucci. "On the Discovery of Sepulchral Remains al Veii and Praenesle» Archaeologia. XLI. 1867, pp. 187-206, PlaLe IX, fig. 2 Yp. 202. Tb. O. Montelius, ap.cit. nota 129, PI. 364.4; Stary,op. ól. nola 137, p. 448. núm. 10; Couissin, 1926, op. cil. nota 18, Fig. 25, p. 48. 171. A. Galíetí, «Contributo alla Conoscenza dell'annatura deí Prisci L;¡tini» Alli del IV Corrgresso Nazionale di Srudi Romalli, n, 1938, pp. 282·289 FOI.o muy mala en Tav. XXXIV. 172. H.U. Rüd ingeJ', «Santa Maria de Anglona (Apulia) Nolizie degli Sea,,; di Anlic hitó 1969, serie VIII, vol. XXlII Fig. 29a. Fotop.190 173. G. Rizza, Palemó. Cilla siculo-greca io contyrada "Civita». Scopelte fOffuite nella necropoli meridiouale.» Nol Scavi, VUI serie, 1954. pp. 131-ss. Fig. 6b; p. 135. Srary, op. cil. nota 137, p.448, núm. 13. 174. Marcello Tatgiente, «Elementi del banchetto in nn centro arcako della Basilicara (Chiaromonte), ¡lvIEFRA 1985,97.1, 173 Y 188. Agradecemos esta referencia a la Dra. R. Lucas. 175. Esta referencia y las qne siguen son las contenidas eo Tagliente, J 985, nota 34. En torno al origen y procedencia de la falcata ibérica 509 distinta intensidad de nuestra investigación haya descompensado algo los resultados hacia la Península Itálica, no cabe duda que, incluso si triplicamos el número de piezas griegas, el tipo de kopis mucha mayor aceptación en Italia, toda vez que además casi todas las representaciones del arma, incluyendo las cerámicas, se han encontrado allí. En segundo lugar, dentro de Italia el peso de la distribución (Figura 14) está del lado Oeste de los Apeninos, en el Piceno l7ó , con una via de penetración hacia Etruria y el Lacio claramente marcada por los hallazgos de Todi, Gualdo Tadino, Perugia y Bomarzo. En la zona Oeste conocemos 15 piezas, cinco en la zona central y 8 en EtruriaLacio, junto con cinco piezas en la Italia meridional y una en Sicilia. La cronología fmue más antigua para las piezas de ambas vertientes de los Apeninos es del s. VI, y aunque hay que reconocer la existencia de representaciones en Etruria -que no van más allá de la primera mitad del s. VI a.c.-, Lollini l77 indica que las espadas de hierro de lID filo hacen su aparición en Piceno durante el s. VII a.c., lo que resolvería la cuestión de la precedencia temporal, si no fllera porque esas espadas pueden ser del tipo acodado. El momento de mayor expansión del tipo de kopis comienza en el s. ,VI y cubre todo el s. V, aunque las representaciones de la tumba de los Volumni nos llevan a pensar que el tipo se conoció (¿como arma de oficiales o de parada?) hasta época muy avanzada, en los siglos III-II a.c. Cabe pensar, como hemos dicho en el apartado dedicado a los cuchillos laciales de un filo, en una evolución local del tipo, como parece inclinarse a pensar Stary178, pero puede también creerse, como ya lo hiciera Brizio J79 que los grandes espadones de hasta un metro de longitud de la P. Itálica derivan de las pequeñas espadas de dorso recto de Novilara, y estas a su vez están en relación con los tipos acodados del s. VII. A la vista de las cronologías y distribuciones, nos inclinamos por la segunda posibilidad, que nos obliga de inmediato a mirar al otro lado del Adriático para perseguir el elusivo origen del tipo\8o. Una tercera opción fue la adoptada por Dechelette l81 , para quien los Picenos tomaron de los griegos el kopis a través del puelto de Ancona. Hoy podemos descartala, no sólo porque en Piceno conocemos tres veces más kopides que en toda Grecia, sino porque la fecha de aparición en Piceno (s. VII a. C. para las acodadas, por lo menos desde el 550-525 para las kopides) es anterior a cualquiera de las espadas griegas salvo la de Turquía. )76. Como ya vió Couissin en 1926 (op. cit. nota 18, p. 49), quien también opina que la espada curva pasó del Pkeno a Etruria y 110 al revés. 177. Lollini.op. cit. nota 147. p. 172. 178. Stary, opera cil. notas 137 y 165, pp. 84 Y 192 respectivamente. En el segundo trabajo, anterior en fecha a su tesis pero posterior en redacción. duda Stary en fijar el origen. Sin embargo no duda en decir que la introducción de la machaira en EtlUria data de finales del s. VI, lo qne resolvería defmitivamente la cuestión de la pJimacia tempora! del Pícel1o. No aceptamos directamente la fecha de Stary a la vista de la evidencia inocográfka. Una variante de la teoría al1tóctona ve el origen de la espada CUlva en WI tipO muy conereto y aislado de espada de antenas en bronce con la punta -un tanto en lengua de carpadoblada hacia un lado, como anunciando nna primacía de la función coL1ante sobre la punzante. Un ejemplo de esta postura pnede ser el de 1. Fossati, Gli Esercitj Elruschí, Milán, f987. p. 45. 179. Brízio, op. di. nota 136. p. 229. 510 - Fernando Quesada Sanz Otro aspecto importante referido a las piezas itálicas es su morfología: la mayoría de las empuñaduras se han perdido, pero aún así es posible hacer tres consideraciones que diferencian el tipo radicahnente de la falcata ibérica y 10 acercan a las espadas griegas de Dodona y Beyrakli: En primer lugar, su gran longitud, en tomo a los 80-90 cm, llegando incluso a los 110 cm. Esto es lo que lleva a Llollini a pensar que se trata de una arma de caballería J82 , pese a que lannot no encuentra en su estudio sobre la caballería etrusca l83 rastro alguno de la utilización de este anna. En cambio, las armas itálicas suelen ser mucho más curvadas que las griegas. En segundo lugar, y junto al tamaño, es necesario insistir en que ninguna de las piezas que hemos podido examinar tiene fijo en el tercio inferior del dorso de la hoja, lo que enfatiza la funcionalidad tajante de este sable. Además, hay otra diferencia importante: al menos en las piezas de Bomarzo, Gualdo Tadino 1 y 2 y Todi, la parte del filo más cercana a la empuñadura está embotada, de forma que es posible, como en el alabastron protocorintio núm. loen las terracotas de MurIa, lo que permite agarrar la espada por la hoja sin cortarse. En tercer lugar, el aspecto general de estas piezas es más tosco que el de la.'> ibélicas: su mayor estilización las hace más frágiles (la parte más estrecha de la hoja es extremadamente estrecha) y ei dorso se refuerza con un gmeso nervio que proporciona una sección en «T» a la hoja, mientras que las falcatas ibéricas solucionan el problema de la relación peso-resistencia mediante acanaladuras en vez de regruesando el dorso. El recurso al nervio es un indicio de prinútivismo como señala Burton en su estudio de las secciones de las espadas 1B4 • En efecto, la idea de que las acanaladuras se practican en la hoja para agravar las heridas causando gangrena gaseosa es radicalmente incierta. En primer lugar, las acanaladuras están en la zona del dorso, por lo que para que la acanaladura (y supuesta entrada de aire) llegue a la herida, el arma debe penetrar unos 5-6 cm si el golpe es un sablazo, y unos 15 si el golpe es de punta. En tal caso, ya no es necesario que entre aire alguno en una herida de ese porte. Pero además, hay una razón práctica mucho más creible que esta idea surgida por contaminación erudita de una práctica del s. XVI 185, cual es la que explica con sumo detalle Burton, experto en el uso práGtico de las espadas e él mismo, en la obra que hemos citado. 180. Ya Lollini, enlTe otros muchos autores, reealca que al menos desde el Piceno [V A (antes del 525 a.e.) las relaciones con Iliria debían ser muy estrechas op. cit. nota [47, p. 150. 181. Dechelette, op. cit. nota 14, p. 1.136. 182. LolJini,Op. cil. nota 147,p.I72. J 83. J. R. Jannot, «Les cavaliers éuusques. Armement, mode de combat, fonction. VIIeme an Vieme sieele». Miueilungen des Deutsehes Archdologisehelllnstit7<ts, Romische Abteilrmg, 93, 1986, pp. 109-133, en su revisión iconográfica, no recoge ni un ejemplo de lucha con maehaim, de hecho, ni la nombra. La lanza y la jabalina siguen siendo las armas esenciales de la caballería 184. Burlon, op. cit. nota 68, pp. 131 ss. 185. Burlon, lbidem, p. 136: «Hay O1]'as formas de aligerar la hoja además de acanalar. Una moda favolita en los siglos XV Y XVI, la Edad de oro de la espada, era romper la continuidad mediante calados, que daban juego a la mano del decorador. Se suponia además que hacían la helida más peligrosa al admitir aire.» En tomo al origen y procedencia de la falcata ibérica 511 «La función de las acanaladuras es eliminar la excesiva flexibilidad [de la hoja]; además quita peso y añade [uerLa. Acanalando cada lado de una hoja estrecha, éste se hace más ngida, porque cualquier fuerza aplicada para doblar lateralmente se encuentra con la mayor cantidad de resistencia que la forma puede proporcionar. Mecánicamente hablando, es como aplastar hacia adentro un arco sobre su clave, y cuanto más profundo sea el arco, mayor la resistencia. De aquÍ que la acanaladura estrecha sea preferible a una más ancha de la misma profundidad... » 136 En términos prácticos, el principio es el mismo por el que en nuestras vallas de obra de aluminio se practican acanaladuras que añaden rigidez a la delgada plancha de metal. Dentro de este contexto, explica Burton en su trabajo de 1884 que el modelo adoptado en un momento dado por el ejército inglés 1S7 , similar a la sección de nuestras falcatas itálicas, es muy mal e inferior a cualquiera de las soluciones con acanaladuras (Fig. 23.17). Quizá por ello no es raro que tengamos sables itálicos sin acanaladuras, otros con acanaladuras y dorso en T, mientras que al final del proceso los ibéricos adopten elaborados sistemas de acanaladuras sin nervio en el dorso, que tienen además el valor añadido de un aspecto estético (sección similar a la de Fig. 23.10u 11) Tras revisar estas características conviene volver sobre la pieza procedente del Elche del MAN de Madrid, que hemos estudiado antes (Fig. 3.3), para observar de inmediato su aspecto greco-itálico, y dentro de este grupo, su mayor parecido con las piezas de Italia (base de la empuñadura, perfil general con mayor ángulo axial). 7. Las espadas de Aleria en Córcega Caso especial es el de las siete grandes machairas halladas en la necrópolis de Aleria 188 y cuyo catálogo resumido es el siguiente: 1. Sep. 15; Núm. 159, p. 155. Lg. cons. 82 cm; 450-425 a.e. J89 (Figura 24). 2. Sep. 83; Núm. 1549, p. 402. Lg. cons. 79 cm; 375-350 a.e. Esta espada tiene ya claramente marcado lo que llamaríamos una empuñadura en «cabeza de caballo» si fuera ibérica. Sin embargo, el resto de las características apuntan al mundo itálico. Teniendo en cuenta que se fecha en época relativamente avanzada, cuando ya en el P. Ibérica hay empuñaduras de este tipo desde 50 años antes, y temendo en cuenta la movilidad de tropas en este periodo, creemos más factible que se trate de una pieza hecha por artesano itálico o incluso corso antes que una fabricación ibéIÍca. 3. Sep. 89; Núm. 1746, p. 442. Lg. cons. 73 cm. (Lg. estimada c. 85 cm.); fines del s. V7. 186. Ibidem, p. 136. Además de la resistencia, la necesidad de quitar peso no es en absoluto banal. Manejar dos hojas con 200 gramos de diferencia de peso durante un tiempo da idea de la ventaja que supone utilizar la más ligera. 187. Ib¡dem. p. l3Jy Fig. 118, núm. 17. 188. J. YL. Jehasse, La Nécropole Préromaine d'Aleria.XX,V suppl. a Gallia, París 1973, p. 69 y Lám. 157. 189. Agradecemos a1D.r. Cuadrado que nos haya proporcionado. de entre los materiales que utiliza para sn trabajo (nota 18) el dibujo de esta pieza. 512 - - - - - - - - - - Fernando Qnesada Sanz 4. Sep. 90; Núm. 1759, p. 443. Lg. 80cm; ¿475-450 a.c.? 5. Sep. 90. Núm. 1761, p. 443. Lg. 75 cm. 6. Sep. 90. Núm. 1760, p. 443. Rota en 7 fragmentos. Lg. 80 cm. 7. Sep. 98. Núm. 2126, p. 513. Lg. 74 (estimada 7.7-80),c. 460-425 a.c. Como se observa, las piezas de la necrópolis se datan desde la primera mitad del s. V hasta quizá mediados del IV, sin entrar en la segunda fase de la necrópolis (definida por Jehasse entre 340 y 259 a.c.). Además de las dimensiones propias de las armas itálicas, vemos en las piezas de Aleria que están completas que la empuñadura es característica, a medio camino entre las macizas empuñaduras de las armas griegaas y las ibéricas, con la parte alta de la guarda muy ancha, más ancha que el resto, de aire macizo. Se parecen a algunas de las piezas itálicaas, como la de Gualdo Tadino, Camerano o Numana, mientras que otras de las etruscas, como la de Palestrina, tienen un aire más macizo que las acercan a las griegas. Lamentablemente, la mayoria de las armas itálicas no conservan la empuñadura, por lo que esto que apuntamos no es sino una tendencia. Sorprende que los Jehasse afmnen J9ü de fonna tajante el origen ibérico del arma, cuando ellos disponen de piezas más antiguas que las ibéricas conocidas. Más sorprendentemente aún, proponen una difusión de Oeste hacia el Este, con los griegos de intennediarios y Corcega como punto intennedio. En un trabajo editado seis años más tarde l91 los Jehasse son menos radicales, y se limitan a recalcar los paralelos andaluces sobre los itálicosJ 92 , descartando la posibilidad de que sean productos locales. Estas mayor ambiguedad pudo venir deteenninada por el comentario critico de G. Colonna 193 quien, con toda razón opina que el origen de estas piezas es itálico. Desde nuestro punto de vista las armas de Ale11a proceden de mercenarios implicados en las guelTas del Mediterráneo central al menos desde Himera, o del intenso comercio con Italia, desde la primera mitad del s. V. Los tipos son claramente itálicos, a excepción de la empuñadura de cabeza de caballo del arma más tardía (ver comentario en el catálogo). 8. Un nuevo punto de vista: La evidencia balcánica Hemos visto en las páginas precedentes que la machaira como arma de guerra (kopis) no es de origen griego, y que los escasos ejemplares que se conocen se distribuyen en las zonas septentrionales y periféricas, como Macedonia, Tesalia y Epiro... la distribución parece mirar más al Norte que a Oriente. De la misma manera, hemos ob190. Jehasse, op. cit. Ilota 186, p. 69. 19 l. Jehasse, 1. y L, «The Etl1Jscans and Corsica», en Ridgway, D. y F. (eds.); Ira/y !J~fol"e the Romans. The ¡ron Age, Or;enta]iúng and EtruscanPeriods, Londres 1979., pp. 313-35 l. 192. lbidem, pp. 337 Y 350 nota 15. 193. G. Colonna, Recension del hbro de J y L. Jehasse, «La nécropole Préromnine d'Aleria», en Srudi Etruschi, 41, 1973, pp. 566-572. Ver en especial p. 569. En tomo al origen y procedencia de la falcata ibérica 513 servado que la machaira es más frecuente en Italia que en Grecia, y que dentro de Italia abunda más en la vertiente Adriática, mirando al Oeste y no hacia el Sur, hacia la Magna Grecia. Por tanto es inevitable que, en nuestro peregrinar por el Mediterráneo, recalemos en lo que es hoy en día Yugoeslavia, y aún más allá, hacia las tierras de Tracia y Escitia. Es notable que con estos datos al alcance de todos, y pese a algunas frases clarividentes como las de Bosch Gimpera en 1921 194 , o mucho más recientemente por Nieto Gallo195, los investigadores no hayan mirado de manera sistemática hacia esta zona. Sin embargo, sí hay estudios locales que han sistematizado el armamento balcánico a partir del s. VII, con resultados notables que hasta ahora no se han puesto en relación sistemática con el resto de las machairas y falcatas del Mediterráneo. 8.a. Zona iliria En 1974 M. Gustin publicó 1m trabajol96 sobre las espadas de un filo a ambos lados del Adriático que ha pasado inadvertido en España ,om~ por otra parte, mucha de la evidencia que venimos citando-, pero que nos afecta directamente. En este artículo distingue en la zona, durante el I milenio, dos grandes grupos de armas de un fJ.10: a) Un grupo más antiguo (Machaira) de armas en hierro de 30-50 cm. de longitud, de época «Hallstática». Se divide en tres variantes: - Variante «Besarabi», fechable en un periodo anterior a la primera mitad del s. VII a.e. Su característico remate en forma de T y su codo dorsal en la unión de hoja y empuñadura lo definen. Corresponde a las espadas «Novilara» del Piceno, fechadas a lo largo del s. VII a.Cl97, cuya difusión ha sido recogida en un mapa más reciente que el de Gustin por P. Stary198. - Variante Trzisce-Donja Dolina, la más frecuente. La hoja es más ondulada que en la variante anterior, y la empuñadura es de espiga simple, sin la característica «T». Aparece también en Italia, no sólo en el Piceno sino en variantes más meridionales (Campanas de Stary). Gustin no se atreve a defInir sobre una independencia de los tipos a cada lado del Adriático o la prioridad de Iliria. Ambos grupos de piezas se fechan en la primera mitad del s. VII a.C. Llega incluso a proponer que la prioridad temporal 194. P. Bosch Gimpera, op. cit. nota 6, p. 208: «Adem{lS, casi al mismo tiempo que comienza la falcata en Gt'ecia, se conoce ya a lo largo de la costa del otro lado del Adriático, y entre ambos países está el hallazgo de Dodona, que conlribuye a hacer verosímil el origen central.» 195. Nieto Gallo. op. cit. nota 35, p. 101. Aunque de manera confusa, el autor propone el origen evolucionando desde el Bronce Firuil, pero no en la zona Adriática, sino en Tracia, para luego proponer un sistema engarzado con la teoría helenizante tradicional que no satisface a ninguno de los dos grupos, con un recorrido del tipo por Anatolia->Jonia->Gt'ecia->Etruria. 196. M. Gustin, "Mahaire. Doprinos k povezavam Pieena, Slovenije in S¡:ednjega Podonavja v 7. stol. pr. n. st.»,Situla, 14-15, 1974, pp. 79-94 (con resumen en alemán). 197. Brizio, op. cit. nota 136. 198. Stary, op. di. nota 137, Kaite21 yp. 447. 514 Fernando QuesadaSanz corresponda al Piceno, aunque a la vez cita como posible fuente de influencia la invasión-no incursión- de grupos procedentes de Oltenia, más al Este aún. - Variante Smihel, tipo más alargado y estilizado que el anterior aunque con su misma forma general. No hay contextos cerrados para datarla, pero Gustin la suponecreemos que acertadamente- un desarrollo de la variante Trzisce-Donja Dolina en época de Hallstat fmal-comienzos de La Tene [esto sería en torno al 500, fecha en la (lo que venimos llamando kopis) ya existiría, n. que el otro gran grupo de >~satclf« autor]. b) Grupo de espadas tipo «falcata», que correspondería ya al período de La Tene según Gustin, aunque ya hemos visto que se da en momentos que corresponderían a un período cronológico anterior. Lo notable es que efectivamente aparezcan en esta zona armas comparables a las itálicas o griegas, pero de aspecto mucho menos desarrollado (¿o quizá versiones toscas de originales ajenos?). Teniendo en mente esta clasificación vamos en primer lugar a realizar un catálogo de las armas identificables con la «falcata» en la costa adriática de los Balcanes, y luego trataremos de determinar si el origen de las mismas puede hallarse en otros tipos de un sólo filo que lleguen hasta las espadas de los tipos Besarabi y Donja-Dolina del s. VIIa.C. Por lo que se refiere al catálogo de kopides-machairas-falcatas, contamos como base con el mapa 29 de un trabajo más reciente de Gustin 199 , quien mantiene su opinión de que las «falcatas» son ya de época de La Tene, teniendo su distribución centro en iliria desde el s. V y hasta época romana2oo . Esta dispersión es similar a la de los tipos más antiguos de la clasificación de Gustin de 1974, porque los tipos de un filo se hacen más raros hacia el interior de los Balcanes, hacia Tracia20I • A la vista de esta distribución, y si recordamos la distribución de espadas en el Piceno, lo primero que llama la atención es que el área de distribución de las espadas de un sólo filo con el dorso acodado, la de las espadas de un solo filo de dorso recto y empuñadura de espiga simple y las de dorso recto con empuñadura curvada (tipo «falcata o kopis) coinciden notablemente. Sin embargo, para poder hablar de relación genética de un tipo sobre los otros es preciso tratar de afinar la cronología de las variantes de tipo kopis, para ver si es anterior a la de otras áreas y si enlaza con los supuestos antecedentes. A continuación recogemos las machairas de tipo kopis que hemos podido localizar, ordenadas aproximadamente de Norte a Sur (cuando sólo se hace referencia a Gustin se debe a que no hemos podido localizar la referencia primaria). Los números entre paréntesis son los de la Figura 14. 199. M. Gnstin, «Die kelten in Yugoslavien. Ubesicht über der archaologische Fundgut.», Jahrbuch de' RomischGermanischen Zenfralmuseum Mainz, 31.1984, pp. 305-363. El mapa 29 recoge los datos de un trabajo de Parovik-pesikan que no hemos podido consultar. 200. Ibidem, p. 346. 201. Según R. Vlllpe, L' oge du Fer dalls les régioTlS rhraces de la Pénillsule Balconique, París, 1930, p. 40. En tomo al origen y procedencia de la falcata ibérica 515 1 (43). Sanski Most202. Figura 2S.6 Empuñadura claramente de tipo kopis, curvada, con parte de la hoja. Sep. SO, donde se asocia, además de una lanza muy larga, a fibulas de tipo Certosa y primitivas de la Tene. La fecha no debe ir más arriba del 4S0 a.e., y posiblemente deba ser más próxima a principios del s. IV, a comienzos de la fase IDa del cercano yacimiento de Donja Dolina203 , u horizonte IV según Vasic 204 . 2 (44). Sanski Most205 kopis de hierro con empuñadura bastante completa. Figura 14.1. 3 (4S). Carakovo,296 Sin datos. 4 (46). Donja Dolina207 .Fase IIc. c. 42S-300 a.e. Figura 2S.2. S (47). DonjaDolina208 . FaselIc, c. 42S-300 a.e. Figura2S.3. 6 (48). Glamoc2°O. 7 (49). Gorica210 . 8 (SO). StrpcFIl. 9 (SI). Majur2l2 . 10 (S2). Comarca de Zajec31.2l3. 11 (S3). Donja Toponica214 Sep. 1. Figura 2S.2Fechada porVasic en el horizonte IV, desde mediados del s. Vhasta el 300, sin más precisiones. Trbuhovic, que no parece haber dispuesto de una traducción correcta, anota que ME Cabré propone el origen andaluz de la falcata, y que lo fecha a fInes del s. VI a.c. m y también sostiene que las puntas de «tipo Alcacer do Sal» no son otra cosa que puntas de sarissa (lo que es descabellado). A partir de aquí, y utilizando una referencia de Diodoro XV. 13 según lacual el tirano Dionisio de Siracusa envió armas a los TIirios, Trbuhovic se plantea si estas armas no serían falcatas compradas por Dionisio en Tarraco u otras colonias griegas de Iberia (sic), y si por tanto las machairas de Donja Toponica no serán en realidad falcatas ibéricas. No deja de ser irónico que, tras recorrer el Meditenáneo y acabar en TIiriaDalmacia buscando el origen de la falcata, el investigador local pretenda remitirnos de nuevo a la vieja Iberia, cerrando un cúculo vicioso. Aunque por supuesto esta hipóte- 202. F. Hala. «Das Flachgraberfeld und die prilllistorische Ansieldkung in Sanskimost». Wissenchafllilche Mitteilungen aus Bosnien und del' Hercegovinfl 6, 1899. p. 80, Hg. 66. 203. Ver Z. Mane. «Donja Dolina», Glasnik Ze Zemoljslog Muzeja u Sarajevu. XIX, 1964, p. 74. 204. R. Vasic, «The Chronology of Ihe Early lron Age in Serbia», B.A.R. S upplementary Series. 31, 1977. especialment.e pp. 28-29. 205. Fia1a.op.cit.nota202,p.110,Fig. 75. 206. En Gustínop. Gil. n. 199, karte 29.10 207. Maric, op. cit. nota 203, TablaXV.30 208. lbidem, TablaXV.31 209. En Gustín,op. cit. nol.a 199,karte29.13. 210. lbidem, 29.14. 211. lbidem, 29.1 9. 212.1bidem.29.20. 213. 1bidem. 29.23. 214. C. Trbuhovíc, Donja Toponica. Dardanska i sloveske nekropole, Propkuplje-Beograd., J970 (resumen en Inglés). p. 69.1. También R. Vasíc, op. cil. n. 204, Lárn.- 56.4. 215. Trbnhovic, op. cit. nota 214, p. 104. 516 - - - - - - - - - - Fernando QuesadaSanz sis no se sostiene por numerosas razones, no deja de ser inquietante el que, de todas las machairas griegas, etruscas, corsas, picenas y balcárúcas que hemos visto, este ejemplar es el único que se parece sospechosamente a una falcata, hasta el punto de que ni por forma ni por tamaño llamarla la atención en España. 12 (54). Donja Toponica216 figura25.3. 13 (55). Zdanec2l7 14 (56). Radanje218 15 (57). Crkviste-BerancF19 16 (60). Borova220 • Sepultura en la que un kopis claro se asocia a un casco ilirio. Fechadaafmes del s. VII -principios del VI a.e. (Fig. 27). El autor del mapa de distribución publicado por Gustin, M. Parovic-Pesikan, sobre el que hemos basado nuestro catálogo, publicó en 1964 un trabajo sobre las relaciones entre ilirios y griegos221 en el que defendía que el origen del kopis es griego, en un momento anterior a las primeras colonias griegas. Sin embargo ya hemos visto que ni la distribución ni la cronología de las espadas griegas de un filo permite aceptar tal posibilidad. En efecto, si recordamos la cronología y distribución de las machaó-as griegas. vemos que ésta es septentrional, en la zona de Epiro-Tesalia-Macedonia sobre todo, aunque eso sí, las fechas asignadas son ligeramente más antiguas que lade las armas que estamos viendo, cuyas dataciones no pueden remontarse más allá de finales del s. VJ a.C. en ningún caso, lo que las pone en situación de igualdad con las griegas y con las picenas. Ahora bien, en casi todos los yacimientos balcánicos que hemos venido citando hay una larga tradición de armas de hierro de un sólo filo que se remonta a fines del s. IX222, y que a su vez deriva de cuchillos del Bronce Final. Esta línea marca una cadena continuada que parte de largos cuchillos de un filo y hoja curvada, con empuñadura de espigapara cachas de madera, y continúa en una tradición quizá dividida en tres ramas: las hojas en codo tipo Besarabi de maciza empuñadura rematada en una T, las piezas tipo Trzisce-Donja Dolina (Fig. 26.4,5,6), también en codo pero de empuñadura con 216. lbidem, p. 69.2 YLám. 56.6 respectivamente. 217. Gustin,op. cit. nota 199, kane29.27; Vasic, op. cit. nota204,p. 29. 218.lbidem,29.28. 219.lbidem.29.32. 220. Albanien. Schiilze al/S dem land del' Skipelaren. Mainz, 1988, p. 220. Pieza hallada en tumba fechable a [mes del s. VlIppios del Vi. BOl1)va. Mus. de Kolonja, HM 11593; Hierro. Tipo muy antiguo y parecido al posterior kopis. Sureste de la Albania actual (zona del Devoll). 221. M. Parovic-Pesikan «Les IIIyriens au contact des Grees», Archaeologio Yugoslavia, V, 1964, pp. 61-82. Discute ParovicPerikan un trabajo previo de A. Cerrnanovic «<Orcki tip krivog maca u nasoj zemljil>, en Vesnik Vojnoj Muzejo.JNA, 4, 1957, pp. 74-82). Ambos coinciden en que la machaira llega de Gl"ecia (p. 79). Cerrnanovic se equivoca (piensa Parovik-Pesikan) al creer que la falcata es una modificaeión de la machaira griega conocida a través de las colonias griegas del Adriático, no antes del s. IV. Parovic cree que llega de Grecia, pcro mucho antes, porque C. no liene en cuenta los estrechos lazos entre griegos e ilirios en cpoca precolonial. 222. Benac, A.; Covic., B. Glosinac!l. Eisenzeit, 1957, tabla-resumen fInal. También C. Trukhelka, «Hügelgraber und RingwaIle allÍ der Hochbene Glasinac»; Wissenchaftlichte Miueilwlger¡ allS Bosnien u"d del' HercegoviTlil 1,1893, en especial pp. 745S. En tomo al origen y procedencia de la falcata ibérica 517 espiga y cachas de madera, y piezas de dorso recto en las que se va desarrollando la empuñadura. A nuestro modo de ver, y por la necesidad táctica de aumentar la longitud de las espadas, de la variante acodada Trzisce-Donja Dolina surgiría a finales del Hallstatl la variante Smihel de Gustin (Fig. 26.9), más alargada y estilizada22J ; y de la de dorso recto otras dos variantes, una de sencilla y poco desarrollada empuñadura (Figs. 26.1,2,3), con los característicos ejemplares de Jezerine224 y Sanski Most225 , y por fin el tipo de kopis con empuñadura curvada226 (Fig. 25), ambos fonnados a partir de la segunda mitad del s. VI a.e. Una primera visión de cómo concebimos la evolución de los tipos se resume en la Figura 29. Mientras que en la parte norte de la región (tierras de Istrios y Japodes) parecen predominar los dorsos acodados y en especial la variante Besarabi, los dorsos rectos parecen predominar algo más al Sur, a partir de la zona de Donja Dolina y hasta Macedonia, y los kopides posteriores desde luego lo hacen. Es posible -pero improbable a nuestro juicio- que la machaira se originara en la zona del Piceno o Etruria; es también posible (pero improbable) que lo hiciera en la zona septentrional de la vertiente adriática de los Balcanes. A nuestro modo de ver, si es que hay que buscar un núcleo inicial y no pensar en una interacción de todo el área adriática a lo largo del siglo VlI a.e., ese núcleo estaría más al Sur, en la zona del Sur de Albania y Norte de Grecia, en la zona donde, como vimos al hablar de Grecia, Snodgrass encontraba precedentes en Halos (Fig. 14.a) yen Chauchitza (Fig. l4.b), yacimientos a los que podemos añadir ahora el de Vitsa (Fig. l4.d), donde en el s. VlII hay 9 espadas de hieno de un filo sobre un total de 12 espadas227 , y también el de Kuc i Zi228 , en el Sur de la actual Albania (Fig. l4.e), casi lindando con Epiro, donde en una sepultura fechada recientemente en el s. VlII-VlI a.e. aparece un arma de gran tamaño que a juzgar por el dibujo, si no es un kopis con la empuñadura rota, está en el camino de serl0229 . Como ya hemos indicado antes, autores como Lollini230, Gustin23J , Yotros insisten en la importancia de los contactos, principalmente marítimos, entre TIirios y Picenos 223. Ver el proceso en Donja Dolina, op. cit.nota 203, Tabla XXV y tablas X-XIV, desde los cortos cuchillos de la fase la hasta la fase Hc (c. 400 a.C.). Ver también C. Truhellca. «Donja Dolina», Wissenchaftlitche Mitteilungen aus Bosnien und de!' H erzegovina, IX, 1904, Lám. XLV .13; L.3; LXIII.7 YLXXJII.4. La mayoria de estas piezas es dela fase IIb. Para los escasos ejemplares de la variante Smihel ver Gustin op. cit. nota 196, y quizá otro ejemplar en Sanskllnost, Fiala, op. cit. nota 202, p. 99, Fig. 140, de más de 60 cm de longitud. 224. W. Radirnsky, «Die Nekropole van Jezerine in Priota bei Bihac», W.M.B.H., 3, 1895, por ejemplo Figs. 151,468,274. Algunos doblados al entemlllos. 225. Fiala, op. cit. nota 202, Figs. 20, (sep. 14); 48 (Sep. 45); 51 (sep. 49); 78 (Sep, 82), ete. 226. Que aparece en Don.ia Dolina en la Fase lIc, al tiempo que largas espadas de dorso acodado, y en Sanslcimostjunto con espadas de dorso recto pero empuñadura más simple. 227. J. Vokotopoulou, «Les Armes en Fer de Vi~a. Rapports et divergences avec la region illyrierme», Iliria, XV, 1985.2, pp. 195-201. 228. Z. Andrea, «Les tumuli de Kuc izi»,Iliria, VI, 1975, resumen en francés. 229. Sep. 9. Longitud 57 cm. En pág. 210 se considera la Sep. 9 como una de las más antiguas, cOlTespondiendo a Glasiguac IVb y al Horizonte I dc Vasic. Por lo demás, el artículo resalta la similitud general de los hallazgos más con la zona de Iliria meridional, Epiro, Macedonia y Tesalia que con Iliria del Norte, lo que coincide con nuestra propia opilri6n referida a las espadas (p. 213). 230. Lollini, op. cit. nota 147, p. 150. 23l. Gustin, op. cit. nota 196, p. 93. 518 - - - - Femando Quesada Sanz desde el s. VID a.c., atestiguados por muchos tipos de objetos, no solo espadas, sino agujas y fíbulas e incluso tipos de casco originalmente griegos, modificados en Yugoeslavia y luego transmitidos a Italia232 . Si el origen preciso está en el Sur de Iliria, en el Norte o en Piceno está todavía por definir, pero creemos que está claro que no es griego en el sentido más estricto de la palabra. Sólo así entendemos la actitud de los griegos del Sur hacia la machaira de sus turbulentos vecinos del norte, la distribución septentrional de las kopides de contexto griego, y la aparición de este tipo casi a la vez en Piceno, Norte de Grecia y quizá incluso al otro lado de los Dardanelos (Beyrakli). En cualquier caso, la cuestión dista de quedar cenada, porque si los propios arqueólogos locales tienden a mostrarse indecisos sobre el lugar de aparición del kopis, apuntando hacia el Sur pero a menudo sin precisar cuánto al Sur233 , hay todavía lugar para sorpresas, sobre todo en las distribuciones de hallazgos griegos yen la cronología de los ilirios. B.b. Tracia y Escitia En cuanto a los Escitas, ya hemos visto al hablar de Persia y Oriente que la espada tipo falcata es recibida en torno al s. IV, mientras que los tipos de los siglos VI -V son de hoja recta de dos filos. No creemos por tanto que sea ésta la dirección para buscar un origen para este tipo de espada, sino un foco de recepción como al otro extremo del Meditenáneo lo serán los ibéricos. En cuanto a Tracia y Geto-Tracia tampoco parece que tenga sentido buscar el origen en esa zona. Los ejemplares que conocemos son escasos y de momentos algo más avanzados: mediados del s. V para la espléndida pieza, decorada con marfil en la empuñadura, de Golemata Mogila (Fig. 28) en el Sur de la actual Bulgaria (Fig. 14.58) (Tracia)234, posiblemente procedente de Grecia, y otra de Baschova Mogila (Fig. 14.59) para la que no tenemos cronología precisa. Puede que tampoco sea casualidad que el ánfora-riton de oro de Panagurischte, que ya hemos estudiado, y datable a [males del s. IV, aparezca en esta zona, con toda probabilidad procedente de Lámpsaco. Ya en épocas posteriores conocemos armas de un fiJo en Zimnicea235 , más al Norte, junto al Danubio, pero ni morfológicamente se parecen al kopis, sino a la variante con empuñadura de espiga simple no curvada para formar la guarda, ni cronológicamente deben entrar en nuestro estudio sobre el origen, porque son posteriores, de entre los siglos IV al n a.c. 232. Stary. op. cít. nota 165, p. 196. 233. Vasic, op. cit. nota 204, p. 29. 234. B.o. Filow, Die Grabhügelnekropole bei Duvalinj in Südbulgarien, Sotia, 1934,pp. 98 ss. 235. Ver AD. Alezandreseu, «La Nécropole Géle de Zimnicea», Dacia, XXIV, 1980, p. 21, p. 53 YFig. 60.2. En tomo al origen y procedencia de la falcata ibérica 519 9. Conclusión. Una nueva hipótesis De todo lo que venimos diciendo en este artículo podemos concluir (Fig. 30). a) El arma de guerra que en España llamamos falcata y que los griegos conocieron como kopis y también como machaira (aunque ambos términos, especialmente el segundo, mueven a confusión al tener muchas acepciones) no entra en el mundo mediterráneo desde Oriente a través de los persas en tomo a principios del s. V como pensó Sandars, y probablemente no tiene origen oriental en absoluto. b) Sólo el motivo de la guarda transformada en cabeza de ave puede proceder del Próximo Oriente a través de Jonia (Fig. 30). c) El origen último estaría en los cuchillos curvos de la Edad del Bronce, pero el parentesco es tan remoto que no debe sacarse conclusión de influencia cultural alguna. La idea del útil de un sólo filo, e incluso la del arma, se extiende por todo el globo terráqueo. Lo que ahora buscamos es el origen de un tipo concreto de arma de guerra y no un cuchillo ni una idea general de sable. d) El origen del tipo está casi con seguridad en el mundo ribereño del Adriático, probablemente en la costa balcánica más que en la itálica y posiblemente en la zona de Epiro-Tesalia-Iliria. e) En torno a fines del s. VIII -y con seguridad desde principios del VII- existe en ambas costas del Adriático septentrional un grupo de armas de hierro de un solo filo, que puede dividirse en dos grandes categorías: espadas de dorso acodado y espadas de dorso recto. Aunque las primeras pudieran anteceder ligeramente a las segundas, hacia mediados de siglo ambos tipos coexisten (Figs. 17 y 18). f) Quizá -sólo como posibilidad- el núcleo de origen del kopis está en el que hoy es Sur de Albania y Norte de Grecia (Vitsa, Kuc iZi) alo largo del s. VII. g) A mediados del s. VI el kopis aparece en Piceno como largo sable de caballería de un filo, yen versiones más cortas se extiende por Iliria, con un mayor peso en la zona Sur. También aparecen ejemplares sueltos en Asia Menor (pieza de Beyrakli, cuya cronología nos resulta sospechosamente antigua) y N. de Grecia. h) El kopis no es un arma nacional griega, y esto se refleja en la pintura cerámica yen artes menores, donde se representa sobre todo como arma de personajes que simbolizan lo bárbaro, sean persas, amazonas o gigantes. Si bien es cierto que la inexistencia de armas en sepulturas griegas nos impide conocer tantos ejemplares como en otras zonas, la escasez del tipo en comparación con otras armas -espadas rectas, escudos, cascos- confirma la idea de que, aunque conocida, la machaira es ajena a lo griego. Todavía en el s. N es necesario que militares como Jenofonte recomienden su uso como arma de caballería. i) En Grecia el kopis tiene connotaciones ajenas a su uso de guerra, concretamente corno arma bárbara por un lado, símbolo a veces de lucha sin cuartelo de matanza; por otro es posible que tenga connotaciones relacionadas con ritos sacrificiales, a causa de su similitud formal-hay homonimia incluso- con el cuchillo del sacrificador. 520 - Fernando Quesada Sanz Si esa carga simbólica (que en el caso itálico pudo ser sustituida por una de prestigio como arma de aristócrata a caballo) pudo tener algo que ver en su rápida conversión como alma nacional ibérica es materia de especulación. j) También hacia mediados del s. VI el kopis aparece en Etruria, manteniendo su gran longitud. Con toda probabilidad llega del Piceno, donde el número de ejemplares conocidos es mucho mayor. Aunque en el Lacio hay un tipo de grandes cuchillos que sería un buen candidato a precedente del kopis, hoy por hoy esa hipótesis se sostiene peor que la que estamos presentando. k) En la primera mitad del s. V el kopis llega a Córcega, procedente de Italia y con seguridad no de España como quisieron los excavadores de Aleria. 1) Durante la primera mitad del s. V a. de C. o quizá algo antes llegan algunas armas itálicas a Iberia (pieza procedente de Elche en el MAN de Madrid) y en tomo a esa fecha es adoptada por los iberos que la transforman (Porcuna). m) La vía de transmisión del kopis a Iberia no son los colonos griegos (si así fuera debiera haber abundancia de falcatas en Cataluña; el kopis tampoco es arma griega). Probablemente los mercenarios ibéricos conocieron el arma en las guerras de Sicilia desde principios del s. V a.c., en un mundo complejo donde se mezcla lo púnico, lo griego y lo Itálico. Es imposible señalar pues un responsable directo, pero si lo hubo debieron ser los etruscos y no los griegos, o quizá -tiende a desdeñarse esta posibilidad pero quizá sea la más atinada-los intermediarios fueron los púnicos. n) Tampoco llega a través de los colonos griegos de Alalia, que tras la batalla de c. 540, cuando todavía el arma apenas si es conocida en Grecia e Italia, emigraron a Velia y no a unas fantasmagóricas colonias griegas en la costa alicantina que con toda probabilidad no eran sino asentamientos ibéricos escenarios de frecuentes recaladas de barcos griegos. o) Los ibéricos transforman la falcata adecuándola a sus necesidades: la acortan, convirtiéndola en un arma útil para infantes; mejoran las cualidades de ligereza y resistencia de la hoja, eliminando el nervio dorsal y aumentando sus acanaladuras.; la dotan de un filo dorsal, dotándola de capacidad punzante y por tanto haciéndola adecuada para un combate denso cuerpo a cuerpo, incluso en formación dado su reducido tamaño. Es sorprendente que los iberos sometan el kopis a tantas transformaciones para hacerla útil cuando ya disponían de modelos adecuados previamente al conocimiento de éste arma, pues una espada de doble fllo y una longitud de hoja de 50 cm, ejerce con facilidad las mismas funciones que la falcata «reformada». Es pues posible que otras razones además de las estrictamente funcionales determinaran la adopción de este tipo de arma. p) En tomo al s. IV, mientras la faleata se convierte en el arma nacional de los iberos, tiende a desaparecer en Italia. En Grecia los escasos ejemplares conocidos del período se concentran en Epiro, y las representaciones en Macedonia y Asia Menor. El tipo de arma, ya conocido en Tracia desde el s. V, llega a Escitia donde tiene algún éxito. Todas estas consideraciones tienen grados distintos de probabilidad, pero en realidad, y desde el punto de vista de la Arqueología española, lo más importante es que En tomo al origen y procedencia de la falcataibérica 521 debe dejar de adscribirse a influjo griego la adopción de un arma que es tan ajena a los griegos como a los itálicos. Desde un punto de vista general, parece seguro que las armas corsas llegan desde Etruria, probable que las Etruscas del Piceno, y posible que el origen último esté en iliria-extremo norte de Grecia236 . (*') Este artículo, gestado a lo largo de un período dilatado, no podría haberse llevado a cabo sin las ayudas a la Investigaci6n concedidas por el Min. de E. y Ciencia para viajes al Extranjero, y de la misma forma debe mucho a una larga serie de personas e instituciones de varios países, a quienes queremos agradecer su amabilidad y aynda: Prof. B.W. Cunliffe, del Institute 01' Archaeology, Universidad de Oxford, Mrs. H. Mowat, del Pitt-Rivers Museum, Oxford; Dr. Needham, del British Museum; Dr. F. Buranelli, del Museo Gregoriano Etrusco (Museos Vaticanos); Dr. Amau Puig, Director de la Escuela Española de Historia y Arqueología del csrc en Roma, Dra. P. Pelagatti y personal del Museo Nacional etrusco de Villa Giulia, Roma; Dra. Mangani del Museo Lnigi Pigoriní de Prehistoria Lacial, Roma; personal de la biblioteca dellnstituto Arqueológico Gennánico, Roma; D. Dimitris Plantzos, Dña. Alicia Rodero, Conservadora de la Secci6n de Cultura Ibérica y Colonizaciones del M.A.N. de Madrid; Prof. Dr. D. Manuel Bendala Galán; DI'. D.lván Negueruela Martinez. 236. Entregado este trabajo (Mayo ¡ 990) hemos conocido, por intermedio de la Dra. Lucas Pellicer, parte de un manuscrito en prensa de D. W. Kurtz sobre el mismo tema. Nos alcgrarnos de comprobar que, aunque con fuentes disrintas, y aunque se mantengan algunas intelpretaciones parciales distintas, en lo esencial las conclusiones deKurtz coinciden con las nuestras. Agradecemos a ambos investigadores habemos dado a conocer este trabajo antes de su publicación. 522 _ Kopis etrusco-itálico conservado en el M.A.N. de Madrid. Procede de Elche (Alicante). l<ragmento de falcata del conjunto de Porcuna. Fernando Quesada Sanz En tomo al origen y procedencia de la falcata ibérica 523 Faleatas procedentes de la P. Ibérica. 1: British Museum, 90.9-10.2. Col. A.W. Franks Esp.; procedente de España. Doblada en origen. 2: Pitt Rivers Museum, Oxford. P.R. IV.58. Acc. N. 1884.24.124. Procede de Almedinilla. 3: Machaira etrusco itálica procedente de Elche (o quizá de Toya). M.A.N. Madrid, 1986/149/188. Inédita. 524 FerrumdoQuesadaSanz '0 1'2 11 '" 20 2' 1 . ..... f 22 ~ , / o t:: ;~! \ Representaciones de kopides en cerámica g¡iega. Los números corresponden a los del catálogo. En tomo al origen y procedencia de la falcata ibérica - Gigante derribado por Artemis (Cal. Núm. 20). Amazona herida qne deja caer una machaira (Cat Núm. 20) 525 526 ... ... Machaira corno utensilio doméstico. (Cat. Núm. 35). Relieve del mausoleo de Halicarnaso (British Museum). Cal. núm. 43. Fernando Quesada$anz En tomo al origen y procedencia de la falcata ibérica Relieve del Mausoleo de Halicamaso (British Museum). Cal. núm. 44 Relieve del monumento de las AJpías de Xanthos (BritishMuseum). Cat núm. 47 527 528 _ Fernando Quesada Sanz COMBATE AMAZONAS GIGANTES PERSAS TROYANOS 7 lB 19 20 20 12 21 39 4() 2 11 16 17 27 34 42 4 (4.8%) 7 (14,3%) 22 25 26 3D 31 10 (26,2%) 24 (49,0%) & 9 15 3 (6,1%) GRIEGOS 17 (colI\r. persas) 9 (contra troyanos) 15 (colltra lroyallos) JO (contra cen(;juro,) 10 ('''''Ira Cen"lOros) 14 (L'Onlra cenlauros) 6(L'OOIr> amazonas) 22 (oonlr' amazonas) 29 (oonlr' amazonas) 36 (conoa 3Jnll2onas) 37 (COn 1m amazonas) 32 (sin dalos) 28 (e. un lesalio 1) 38 (combale heroico) 41 (';""Ira oaCIO) 43 (contra amazona) 44 (conlr> amazoo.) 17 (34,7%) SENTIDO SACRJFICAL 23 (Apolomúos) J3 (Mamas) 46 (MueITe Neoptólemo) 46 (Muerte Neoptólemo) 47 (XanulOs) 5 (10,2%) HERCULES 1(león) 1 (2,0%) CAZA 24 (dudosa) 45 )nóe~ 2 (4,1%) USO DEMESTlCO 3 (atÚJl) 4 (wnc) S(came) 35 (alún) 36 (came) 5 17 (34,7%) Representaciones de kopides en el ánfora-ritón de oro de Panagywischte, en Bulgaria. Cat. núm. 46 Cuadro-resumen de la utilización de machairas en iconografía griega. Los números responden al catálogo. De los porcentajes se han excluido los casos en que la machaira es un útil doméstico. En torno al origen yprocedencia de la falcataibérica o 529 o _. 11 12 AnTIas griegas de un solo filo. 1y2: Micenas, Círculo A. 3: Olínto, cuchillo. 4: Prodrorni. 5: Beyralcli. 6 y7: Halos. 8 y 13: Dodona. 9: Olinto. 10, 11 Y12: Vergina. Según diversos autores (ver catálogo). 530 - - - Fernando Quesada Sanz 14, Mapa de distribución de kopides en el Medite(Táneo. En recuadro, zona del Piceno. El área tramada en la P. Ibérica corresponde a la de mayor concentración de falcatas, Relieves de ten'acota del «palacio» etrusco de Mm'lo (poggio Civitate). En lomo al origen y procedencia de la falcara ibérica Detalle de la Estela de Aula Tito. Sarcófago de la necrópolis de Sperandio. Según ]¡umot. 531 532 Relieve arcaico de Chiusi. British Museum. Cuchillos laciales, 1: Sermoneta (Caracupa). 2: Mus. V. Giulia, Col. Pesciotti. _ Fernando Quesada Sanz 533 En tomo al origen y procedencia de lafalcataibérica -- I J :2 ~ ~ ,r-- _ , - - ---------..-1I 3 o ~~ Cuchillos de cocina procedentes de la necrópolis de Todi. 10 , 534 FemandoQuesadaSanz t" -1 ~- . , " rl Espadas itálicas inéditas. 1 y 2 Gualdo Tadino (\1. Giulia). 3: Todi (Y. Giulia). 4: Bomarzo (Mus. Vaticanos). En tomo al origen y procedencia de la falcata ibérica 535 - 2 4 8 10 Kopides itálicos. 1: Numana. 2; Camerano. 3: Tolentino. 4; Populonia. 5: Numana. 6: Pel1Jgia. 7: SantaM. de Anglona. 8: Capena. 9: Vetulonia. 10: Perugia. 11; Praeneste. Según diversos autores (ver catálogo). 536 Fel1WldoQuesad.aSanz e ... 1 8 , 9 lO Secciones de espadas. (Según Hurtan.) Kopisde laSep.15 de Aleria (según Cuadrado). En tomo al origen y procedencia de la falcata ibérica 537 •• I I ! I l -- .- \ ~ Kopides de iliria. 1: Sanskimost. 2: Donja Toponica. 3: Donj a Dolina. 4: Donj a Dolina. 5: Kuz i Zi. 6: Sanskimost. 7: Donja Toponica. 538 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Fernando Quesada Sanz 6 7 - e Annas de unsolo filo en la zona balcánica. 1,2 Y3: Jezerine. 4, 5 Y6: Donja DoEna. 7, 8 y 9: Sanskimost. En tomo al origen y procedencia deja falcata ibérica 539 ~) . q ~. \ -._~ ,, , ' . ' D W· . i·, ,. " , , ,.' \j, . \ Kopis de Borova (Albania). Fines s. Vll-ppios, s. VI a.e. Kopis con empuñadura decorada con marfil de Golemata Mogila (Bulgaria) ' , ' '1 540 ---- ~ ,~ H FemandoQuesadaSanz SIGLO ~ o ~, XI·X X·IX ", 'l/ , VIII /!~ M \"~ N * VII ~ . II I VI J I J r 1 p , I 11 , I t ~ T R U ~ V S Cuadro conjetural de la evolución de los tipos de espada de un filo en el Adriático. En modo alguno deben considerarse las líneas de filiación como un resultado firme sino como una propuesta de investigación. Las líneas continuas denotan probabilidad; las discontinuas, mera posibilidad. Se han eliminado la mayoría de los tipos de cuchillos. Las cronologías se basan sobre todo en las dadas para Donja Dolina, Glasinac, yen el trabajo de Vasic. A: Vergina. B: Donja Dolina fase lb. C: Halos. D y E: Fase la Donja Dolina. F: Fase lb Donja Dolina. G: Este JI. He 1: P. Itálica. K: cuchillos laciales. L: Tipo Besarabi de Gustin (Novilara de Brizio). M. Tipo Trzisce-Donja Dolina de Gustin. N: Kuz i Zi (Albania). Ñ: Tipo Smihel Gustin. O: Tipo itálico. P: Variantes de tipos grecoitálicos. Q: Falcata ibérica de cabeza de ave. R: Falcata ibélica de Cabeza de caballo. S: kopis ilirio. Ty U: Espadas de un filo de finales de Jezerine y Sanskimost. En tomo al origen y procedencia de la falcata ibérica Propuesta de relaciones entre centros de difusión de tipos de kopides en el Mediterráneo. 541